La salvia es familia del romero, la lavanda y el tomillo -las labiadas-, y de su nombre nació la palabra «salud», y se la definió en el Renacimiento como «salvadora», por todas sus virtudes curativas.
Los egipcios la utilizaban para embalsamar, los griegos la intercambiaban con los pueblos orientales a razón de una parte de salvia por cuatro de té. En otras muchas culturas se usa en rituales de limpieza energética y sanación espiritual, ya que se considera que limpia el ambiente de energías negativas. Quemadas sus hojas secas, despiden un humo que limpia la atmósfera, siendo útil para evitar gripes y resfriados o cuando ha habido muchas personas en una sala.
La salvia es utilizada como infusión para mejorar la digestión, la bronquitis, la depresión y el cansancio. La salvia contiene un efecto estimulante para el sistema nervioso, es perfecta en infusiones o té para combatir el cansancio y agotamiento mental.
Frotando los dientes con hojas frescas de salvia blanquea los dientes y fortifica las encías. También se puede hervir las hojas en una pequeña cacerola, y hacer gárgaras para curar la amigdalitis y las inflamaciones de la garganta. Es altamente antiséptica, curando todas las afecciones de la boca. Es anticaries.

Tiene también una potente acción antisudorífica, y cierta capacidad diurética, por lo que se recomienda para las retenciones urinarias y la cistitis.
Contraindicada durante el embarazo, para las mujeres que amamanten, y para niños menores de seis años.