Quizá no haya nada tan angustioso como que nos falte el aire para respirar. El asma es una enfermedad crónica de los pulmones. Tiene lugar cuando el flujo de aire se limita debido al estrechamiento e inflamación de las vías respiratorias. Su origen es complejo y no está exactamente determinado, aunque hay muchos factores que se asocian a la tendencia a padecerlo. No se sabe qué causa el asma, pero algunas personas están más en riesgo de desarrollar la enfermedad que otras.

No es infrecuente los antecedentes familiares y que los factores ambientales desempeñen un papel.En algunas personas los ataques son recurrentes, mientras que otras lo padecen de forma esporádica, casi siempre por un debilitamiento en el sistema inmunitario. Algunas personas desarrollan asma a medida que envejecen, mientras que otras están genéticamente predispuestas y padecen esta afección desde la infancia.

La exposición al polvo, el consumo habitual de cigarrillo, la exposición a ambientes contaminados y los productos químicos o irritantes en el lugar de trabajo puede aumentar el riesgo de asma. Los daños causados por infecciones respiratorias durante la infancia o la primera infancia, así como por las alergias graves, pueden provocar asma.
Un ataque de asma puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. Se puede desencadenar por el humo del cigarrillo, la caspa de los animales, los cambios en el clima, el esfuerzo físico, las infecciones respiratorias, sulfuros en ciertos alimentos y bebidas, perfumes, contaminantes ambientales, irritantes químicos. Con una gama tan amplia de desencadenantes potenciales, el asma es una condición impredecible y peligrosa.
Debemos tener en cuenta que no sólo los alérgenos son desencadenantes de un ataque de asma (hongos, polvo, ácaros, pelo y/o pluma de animal) sino que también puede desencadenarlo el estrés o la ansiedad aguda, creándose un círculo vicioso entre ambos tipos de desencadenantes. Por esta razón es muy importante, además de evitar los desencadenantes que le afecten particularmente a cada uno, hacer actividades para controlar los nervios como el ejercicio moderado, Yoga, Taichi, meditación y ejercicios respiratorios.

Además de los tratamientos médicos pertinentes, podemos hacer uso de la AROMATERAPIA tanto para prevenir o disminuir sus episodios y síntomas, como para contribuir en el alivio de sus ataques más virulentos.

Fuera de los episodios de crisis, pueden utilizarse aceites esenciales antiinflamatorios broncopulmonares, como el eucalipto radiata, el ravintsara, la mandravasarotra, el mirto verde y sobre manera, la siempreviva de Madagascar hembra, excepcional en el tratamiento de enfermedades crónicas del sistema respiratorio (no sólo asmáticos, sino también bronquíticos, fumadores, etc. ) Todos ellos combaten el sistema respiratorio débil, frágil y las insuficiencias respiratorias.

En los momentos de crisis se deben evitar los aceites esenciales fuertes, como por ejemplo el eucaliptus globulus. Sin embargo, algunos otros como el aceite esencial de biznaga- khella, pueden resultar de gran ayuda por sus propiedades antiespasmódicas y broncodilatadoras (junto con naranjo amargo hoja, manzanilla romana e incienso, por ejemplo, especiales en el alivio de angustia, ansiedad, ataques de pánico, shocks).
Los aceites esenciales de propiedades calmantes y relajantes, como la lavanda y la mandarina, pueden contribuir también a reducir el efecto angustioso de esos momentos de crisis.
En todo caso, debido a las precauciones de uso de cada aceite esencial, es preciso ponerse en manos de un profesional, quien determine con seguridad el mejor tratamiento para cada persona y situación.
(Fuente: Antonia Jover, “Aceites esenciales. Tus aliados contra el estrés”, 2014, Ed. Integral.)
