Siempre encuentro un sentimiento de liberación y descarga emocional cuando me pongo a desbrozar en el huerto o el jardín, y aunque la idea de que podemos cultivar nuestro interior como si de un jardín o planta se tratara se remonta a la Antigüedad, es muy recientemente cuando la ciencia ha empezado a aplicarla a nuestro cerebro.
Desde que en 1888, Ramón y Cajal descubriera la estructura celular de las neuronas que conforman el sistema nervioso, creciendo en forma de ramas similares a los árboles -por lo que se les llamó dendritas, del griego dendrites que significa árbol, por lo parecido a su aspecto-, se inició un largo camino de investigación hasta que se comprobó la capacidad de transformación de las conexiones neuronales, que se moldean y crean a sí mismas, en un proceso continuo de “plasticidad cerebral”.
Y se debe a otro español, el histólogo Pío del Río-Hortega, el descubrimiento en 1919 de la microglía, una aportación extraordinaria a la ciencia, ya que se comenzó a resolver el misterio del cómo se formaban esas redes del cerebro.
Representando únicamente la décima parte de las células del cerebro, se conocía su relación con el sistema inmunitario, porque sólo se activaban al aparecer una infección o lesión, sin embargo, y aquí empieza lo emocionante, recientemente se ha descubierto que ya se encuentran en los embriones a los pocos días de la concepción, y que desde el primer momento participan en el crecimiento y sobre todo, en la reparación del cerebro.
Las microglías son las jardineras de nuestro cerebro¡
Estas células especializadas demuestran su mayor actividad mientras dormimos. En ese momento, nuestro cerebro se encoge para darles espacio y que comiencen a hacer su trabajo*. Demuestran una gran movilidad entre las redes neuronales, arrancando y eliminando las conexiones débiles y las células dañadas. Están eliminando las malas hierbas de nuestro jardín cerebral ¡
Para ello utilizan unos apéndices en forma de dedos, con los que eliminan toxinas, reducen inflamaciones, podan sinapsis y células superfluas.
Descubrir este proceso emocionante sólo ha sido posible gracias a los últimos progresos en investigación científica, sobre todo, en mejora tecnológica de los aparatos de obtención de imágenes cerebrales, que permiten verlas en funcionamiento, pareciendo que cada microglía se ocupa de “su” parcela de jardín o área neuronal del cerebro. No me digáis que esto no es emocionante¡¡¡
Pero esto no es todo lo que realizan las microglías.
Como auténticas jardineras, no sólo se dedican a arrancar las malas hierbas y mantener limpio el lugar, sino que también ayudan a crecer a las neuronas y las sinapsis cerebrales. De qué manera? Pues abonando el terreno¡¡¡
En un proceso denominado “neurogénesis”, las microglías liberan una proteína (BDNF) cuyos efectos son parecidos a los de un abono, tal es así que se le ha llamado “el abono milagroso del cerebro”.
Niveles bajos de BDNF determinan una reducción de las redes neuronales, lo que se relaciona cada vez por más especialistas, con la aparición de enfermedades como la depresión.
Esta actividad jardinera constante de las microglías mantiene sano el cerebro a nivel celular, con sus labores de escardado, limpieza, poda y abonado, de la misma forma que trabajamos en nuestro jardín, macetas o huerto.
Esta relación entre naturaleza verde y naturaleza humana parece que viene a sostener con una prueba más, algunas de las leyes fundamentales que rigen la vida:
- que la salud y el bienestar no es un proceso pasivo
- que lo que ocurre fuera, ocurre dentro
- que lo que ocurre en la amplitud del planeta y del Universo tiene su correlación hasta en la célula más pequeña de un organismo vivo
- que estamos interconectados con todo lo vivo
- que somos uno con todo lo creado.

Necesitamos cultivar nuestra mente, del mismo modo que cuidar nuestras plantas. Nuestra vida emocional es compleja, exige cuidados, desbroces, limpiezas, podas y abonados constantemente, al igual que nuestro huerto. Ambas tareas benefician la una a la otra, sólo tenemos que reconocer las conexiones entre ambas y cultivarlas de forma activa.
Necesitamos reconocer qué nos beneficia, qué nos recompone, qué nos aporta bienestar, qué nos alimenta.
Así que será cosa de ponernos manos a la obra, como cada noche lo hacen nuestras microglías¡
Hay una máxima que dice “Quien quiere conseguir algo, encuentra la manera, y quien no quiere, encuentra una excusa”.
Cultiva tu pequeña maceta con interés y atención, o tu espacio de jardín, o tu pequeño huerto¡
A tu alrededor descubrirás, si te pones en movimiento, soluciones imaginativas, como los huertos municipales, que llevan funcionando muchos años en nuestro municipio, Camargo, y en otros lugares de Cantabria. Nuestro amigo Diego, de Ecotierra mojada, en Escobedo, te ofrece cursos de formación para cultivar tu propio huerto, e incluso te alquila uno pequeñito en sus instalaciones para que comiences con su apoyo y orientación. Hay muchos terrenos abandonados cuyos dueños podrían cederte o alquilarte para cultivar tu pequeña parcelita…será cosa de convertirnos en nuestros propios jardineros¡
*La explicación científica aparece ampliamente detallada en el libro de la psiquiatra y psicoterapeuta Sue Stuart-Smith “La mente bien ajardinada” pp. 42-46.