LA NAVIDAD Y EL NACIMIENTO DE LA LUZ

LEYENDAS, MITOS Y TRADICIONES EN TORNO AL NACIMIENTO DEL DIOS SOLAR.

Todos los pueblos antiguos celebraban el nacimiento del astro rey en el solsticio invernal, como el momento del triunfo del sol sobre las tinieblas. La luz marcaba el movimiento de la vida, una vida que estaba íntimamente relacionada con los RITMOS y ciclos de la naturaleza, y que se organizaba en función de los periodos de luz y de oscuridad. Por eso, se celebraba el resurgir de la luz, con luz, con la luz de las hogueras que también tenían la función de provocar el calor y la llamada de un nuevo resurgir luminoso.

Este momento se ha festejado como uno de los acontecimientos cósmicos por excelencia. No es ninguna casualidad, por tanto, que el nacimiento de los principales dioses de las más importantes religiones solares fuese situado durante este período temporal.

En los mitos solares de todas las culturas antiguas, ocupa un lugar central la presencia de un dios jovenque cada año muere y resucita, encarnando en sí los ciclos de la vida de la Naturaleza.

Durante el solsticio de invierno, la imagen del dios egipcio Horus era sacada del santuario para ser expuesta a la adoración pública de las masas. Se le representaba como un niño recién nacido, recostado en un pesebre, con cabello dorado, con un dedo en la boca y el disco solar sobre su cabeza.

Mitra, uno de los principales dioses de la religión hindú, objeto de un culto aparecido unos mil años antes de Cristo, cargaba con los pecados y expiaba las iniquidades de la humanidad, era una especie de Mesías que, según sus seguidores, debía volver al mundo como juez de los hombres. Era un dios que había nacido de madre virgen, en el solsticio de invierno, en una gruta o cueva, que fue adorado por pastores y magos, obró milagros, fue perseguido, acabó siendo muerto y resucitó al tercer día.

Allende los mares, y coincidiendo por estas mismas fechas, los incas celebraban una gran fiesta dedicada al sol todopoderoso que abarcaba y daba nombre al primero de los meses de su propio calendario inca.

Los germanos y escandinavos también celebraban por estas fechas el nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad. Griegos y romanos festejaban alrededor del solsticio invernal, con los cultos populares en torno a sus dioses solares, con grandes banquetes.

La Navidad y el baile de fechas en torno a un nacimiento

Este tiempo es celebrado en nuestra cultura occidental como el tiempo de la Navidad, palabra que procede del latín Nativitas, que significa Nacimiento, nacimiento de la luz, para el resto de culturas pagánicas, o nacimiento de Jesucristo, para el cristianismo. Pero el asunto de las fechas no siempre estuvo claro: la fecha exacta del nacimiento de Jesús de Nazaret no se encuentra registrada en la Biblia, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento.

De hecho, los primeros cristianos consideraban irrelevante el momento del nacimiento de Jesús y, además, desconocían absolutamente cuando pudo haber acontecido.

Cuando comenzó el deseo de celebrar el nacimiento de Jesús de una forma clara y diferenciada, sobre todo para contrarrestar el poder de las fiestas paganas con la instauración de celebraciones cristianas, los teólogos estuvieron mareando la perdiz durante mucho tiempo, sin lograr ponerse de acuerdo, en un galimatías de fechas que incluso hizo perder la paciencia al papa Fabian a mediados del siglo II, quien decidió cortar por lo sano tanta especulación y calificó de sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del nazareno.

Pero los debates no terminaron: Todo apuntaba a que parecía demasiado improbable que se hubiera producido este divino acontecimiento a finales de diciembre, si se atendía a lo dicho por Lucas en su Evangelio de que los pastores a los que se les apareció el ángel con la buena nueva, se encontraban pernoctando al raso cuidando a sus ovejas. Si los pastores dormían al raso, cuidando de sus rebaños, para que ese relato de Lucas fuese cierto o coherente, debía de referirse a una noche de primavera, o de otoño, ya que, a finales de diciembre, en la zona de Belén, el excesivo frío y las lluvias invernales impiden cualquier posibilidad de pernoctar al raso con el ganado. Forzando la escena relatada por Lucas hasta el límite, otras Iglesias cristianas -ajenas a la católica como la armenia- fijaron la conmemoración de la Natividad en el día 6 de enero, otras como la egipcia, la griega o la etíope, lo fijaron el 8 de enero, ya que, según su deducción, el relato de Lucas sí puede ser creíble, si se sitúa el nacimiento de Jesús un poco más tarde, en enero y en el Oriente Medio. Un tiempo y un lugar donde es muy probable la existencia de cielos nocturnos claros y sin borrascas, aunque todavía con mucho frío.

El baile de fechas continuó hasta el siglo cuarto, en el que, durante el pontificado del Papa Liberio, se tomó por fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, fecha en la que los romanos celebraban el Natalus Solis Invicti, el `nacimiento del Sol Invencible`, asociada al nacimiento del dios Apolo, un culto pagano muy popular y extendido al que los cristianos no habían podido vencer y que había que contrarrestar para hacer prevalecer la influencia cristiana.

La fecha del 25 de diciembre fue fijada por el orbe católico como algo inamovible, aunque no fue aceptada por la Iglesia oriental que, aún hoy día, sigue celebrando 6 de enero el Nacimiento de Jesús, sin embargo, unos y otros van a mantener el mismo carácter simbólico de la celebración, como el renacer de la esperanza y de la luz en el mundo.

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