El 21 de diciembre se produce uno de los fenómenos astronómicos más importantes del planeta, se trata del SOLSTICIO DE INVIERNO, en el que el sol de nuevo se para, y alcanza su cénit en el punto más bajo en nuestro hemisferio, produciendo el día más corto y la noche más larga. Se produce en esos días, una parada del sol, para anunciar un cambio de ritmo y un nuevo ciclo. El tiempo de mayor crudeza y oscuridad del ciclo anual. Desde este momento, el día comienza a alargarse, progresivamente, en detrimento de sus noches, hasta llegar al solsticio de verano, en que invierte su curso.
Éste es por tanto uno de los cuatro grandes cambios de ritmo del ciclo cósmico, astronómico o planetario, del ciclo de la vida y de la naturaleza, que se rige por los movimientos del sol y de la luna, y que marcan los periodos de oscuridad, de luz, de fertilidad y de descanso de la tierra y de todos los seres vivos que habitamos en ella y que formamos parte de ella.
Quizá algunos no comprendan el motivo de la celebración de este momento, ciertamente, nuestras vidas ahora no dependen tan directamente de la tierra, de los cultivos, de la cría de los animales, de las plantas, para vivir de ella, pero debemos entender por qué se celebraban y la importancia de esta celebración, ya que, por desconocimiento, porque no las comprendíamos, o porque nos las han impuesto a la fuerza, nos hemos alejado o opuesto a ellas. Si comprendemos su origen y significación, podremos darle un sentido y quizá, si así lo decidimos, celebrarlas a nuestra manera, ya que, como vamos a comentar a continuación, pertenecemos a estos ciclos, a estos ritmos, y una forma de encontrar la armonía en nuestras vidas es adecuarnos esos ritmos.
Anteriormente existía una conexión más directa y profunda con los ciclos de la naturaleza, cosa que se ha perdido en nuestra sociedad, por qué era tan importantes los monumentos megalíticos de Stonehenge, por ejemplo, en los que a través de grandes piedras que actuaban como portales solares, se celebrara cómo en dos momentos especiales del año, los rayos del sol penetraban por esa puerta, anunciando estos cambios de ciclo. Este sentido sagrado, basado en un conocimiento astronómico, marcaba el inicio de los trabajos en relación a la tierra, las plantas y los animales, y se celebraban en comunidad, y en agradecimiento a la tierra, produciéndose una conexión armónica entre la vida del hombre, la vida de la comunidad y su vida espiritual.
Como idea subyace en toda esta reflexión, la necesidad de sentir y de volver a conectarnos con los ritmos.
RITMOS BIOLÓGICOS-RITMOS DE LA NATURALEZA
Fijaos lo importante que son los ritmos:
Cuando un ser humano nace, lo primero que tiene que hacer cuando llega a este mundo es someterse a los ritmos de la vida, que no eran los mismos que cuando se encontraba en el vientre de su madre, ahora tiene que aprender que hay un tiempo de luz y de oscuridad, un tiempo para el descanso y otro para la actividad, un tiempo para comer y otro para no comer, y ese proceso de acostumbrarse a los ritmos es muy fuerte en los tres primeros meses de vida del bebé, y es clave en los siete primeros años de vida del niño, para desarrollar el cuerpo físico, que es la base de la parte anímica, el niño necesita ritmo y pauta, lo que hace que nuestro cuerpo vital se energetice, el orden le hará tener más fuerza vital o energética.
Los órganos internos de nuestro cuerpo funcionan todos de acuerdo a unos ritmos, los llamados ritmos circadianos, por ejemplo, la vesícula biliar se activa muy fuerte por la mañana y por eso podemos tomar un desayuno muy fuerte, en cambio, su actividad baja por la noche, por eso, una cena muy fuerte o muy grasa no seríamos capaces de digerirla porque ya no tenemos apenas bilis.
Y el hígado es al revés, por la noche entra en actividad, de detoxificación, y por la mañana tiene menos actividad.
Todo está sometido a ritmos en relación a la luz y a la oscuridad, al sol y a la luna.

Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la secreción de cortisol, por la mañana el cuerpo produce más cortisol, que lanza una dosis fuerte de azúcar a la sangre, para que el cerebro se alimente, por eso, no es bueno desayunar azúcar o dulces porque ya tenemos una glucemia elevada de forma natural, sin embargo, el cortisol baja por la noche, que es cuando sube la melatonina, que es la hormona que nos hace dormir, pero justamente para tener más melatonina, hay que tener mucha exposición a la luz, para tener luna, hay que tener sol, -por eso, si abusamos de las luces artificiales que no siguen el ritmo de la naturaleza, alteramos nuestra propia armonía biológica.
Son tan importantes los ritmos circadianos que pueden influir en los ciclos de sueño-vigilia, la secreción hormonal, los hábitos alimentarios y la digestión, la temperatura corporal, y otras funciones importantes del cuerpo y su irregularidad se han relacionado con varias afecciones médicas crónicas, como trastornos del sueño, obesidad, diabetes, depresión, trastorno bipolar y trastorno afectivo estacional.
El cambio de ritmo que marca este solsticio de invierno, nos indica que entramos en el invierno, que sí que ciertamente poco a poco, segundo a segundo, la luz va a ir ganando la batalla a la oscuridad, pero que no por ello hemos de olvidar que nos enfrentamos a la etapa más cruda del año, y que hay que prestarle más atención al cuerpo físico, y hay que dormir más -muchos animales hibernan- porque el invierno es más delicado para la salud, más fragilidad corporal, deberíamos atender más al cuerpo, cuyo organismo se queja, y deberíamos descansar más y cuidarse más -hacer una almohada de sueños, para recordarnos que hay que dormir más, darle al cuerpo más descanso, dormir más horas , la noche es más larga que el día, algo biológico -en verano al revés.
Cuando hay un tratamiento alopático o natural, el ritmo es muy importante, así como los ritmos de preparación de los medicamentos, y el ritmo para la toma de un remedio, tiene que ir con un cierto ritmo para tener eficacia.
Para estar en armonía, hay que ritmificarse, para estar en la vida conviene conectar con los ritmos biológicos, para sentirnos mejor.
Nuestra conexión con los ritmos internos tiene que ver lógicamente con armonizarnos con los ritmos estacionales, que marcan los ciclos de la naturaleza, y que, de alguna manera, con esta cultura artificial en la que vive nuestra civilización, hemos olvidado y ninguneado. Por eso, es tan importante celebrar los ciclos, y en la medida de lo posible, vivir en armonía con lo que ocurre en la naturaleza, para recuperar nuestra conexión y sentirnos como parte de ella.
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