LOS MUSGOS: TERAPIA VEGETAL DE LO MÍNIMO*

Hasta la lectura del libro de mi admirada Robin Wall KimmererLa reserva de musgo1”, los musgos aparecían únicamente en mi imaginario infantil, ya que de pequeña y para las navidades, subíamos al monte a recoger algunas matas de musgo para decorar los belenes -lógicamente, en una época ya muy lejana, en la que aún los musgos no estaban en peligro de extinción y estaba permitirlo recolectarlo con responsabilidad y medida-.

Nada más leer este libro del que os hablo, desde su primera línea, antes incluso que abrirlo, ya el título ejerció un poder de atracción enorme- me di cuenta que ha llegado en el momento justo, perfecto y preciso a mi vida -como todo lo que nos ocurre-aunque también tengo que confesaros que me atrae automáticamente todo lo que escriba Robin, a quien siento íntimamente mi “hermana” a pesar de la distancia física que nos separa.

Como me ocurrió con su anterior libro2, éste de nuevo me ha impactado sobremanera, a un nivel profundo, convirtiéndose en una profunda experiencia, a la manera en que Heidegger3 define a la experiencia como “algo que nos acaece, alcanza, se apodera de nosotros, nos tumba y nos transforma”.

Intentar poner palabras a una experiencia de este alcance quizá sea muy pretencioso por mi parte, en todo caso, para empezar, es imposible definirla en toda su amplitud, pero, por otra parte, así es como debe ser, así que haremos una tímida aproximación a todo lo que el libro plantea, abre, sugiere, inspira y remueve. Espero que al menos, os atraiga para dirigiros a la fuente de la que he bebido y que ha motivado este sencillo artículo, que es un breve comentario de impresiones de este delicioso y profundo libro.

Terapia vegetal de lo mínimo

Para practicar esta terapia vegetal de lo mínimo, y obtener todas sus bondades, conviene haberse iniciado previamente en la práctica amorosa de pasear por el bosque, que no es una práctica deportiva, ni competitiva, sino emocional, vivencial. Es la práctica espiritual que entiende al bosque como un templo, un lugar sagrado que inspira y expira, al igual que nosotros, que nos reconstruye, nos serena, nos centra. Es la práctica sanadora que señala al bosque como un lugar para recomponernos y recuperar la energía perdida, que practican desde milenios las culturas antiguas, y que recientemente la ciencia ha confirmado sus beneficios para nuestra salud y bienestar4. Práctica espiritual y sanadora que nos hace sentir que pertenecemos a él, que nos completa.

Para practicar esta terapia, conviene haber experimentado la energía sanadora del bosque, el baño saludable, la conexión con lo verde que tanto bien nos hace.

Y una vez que sentimos el macrocosmos del bosque en esta dimensión, podemos empezar a practicar otro tipo de acercamiento a ese bosque que creemos conocer, pero que aún esconde una sabiduría por descubrir y admirar.

Sólo es necesario prestar atención, saber mirar, sobrepasando los límites de la percepción ordinaria, para descubrir otro nivel de belleza y de armonía: se trata de descubrir el mundo de los musgos. Observar a los musgos supone entonces un descubrimiento del bosque en lo más profundo e íntimo.

A través de los musgos, podemos descubrir una nueva dimensión inédita del bosque, ver una forma nueva de su ser, permitir que un nuevo mundo se nos revele. Los musgos son un bosque en miniatura.

El musgo será el medio “para trabar intimidad con el territorio” y la manera de acceder a un conocimiento oculto y secreto del bosque que sólo mostrará a quien se acerque a él con el ánimo de comprenderlo -como la sabiduría indígena aconsejaba- desde la humildad a través del conocimiento de los cuatro elementos constitutivos de nuestro ser: mente, cuerpo, emoción y espíritu.

Las plantas más primitivas del planeta

Hablamos de las plantas terrestres más primitivas del planeta: los musgos o briofitas, que a menudo se definen por aquello de lo que carecen: no tienen flores, ni frutos, ni semillas, ni raíces. No tienen sistema vascular -xilema ni floema interiores para transportar el agua-.

Han sido el primer paso hacia una existencia terrestre, a medio camino entre las algas y las plantas vasculares, Robin los denomina como los “anfibios del mundo vegetal”: se han adaptado a vivir en la tierra, e incluso en el desierto, aunque deban regresar al agua para reproducirse.

Son las plantas más simples, y en su simplicidad, las más elegantes, y se valen con unos pocos componentes rudimentarios -tallos y hojas-para estar presentes por todo el mundo, habiendo evolucionado en más de 22.000 especies diferentes.

Cada una de ellas es la variación de un tema, una creación única, adaptada en su diseño para sobrevivir en nichos diminutos de cualquier ecosistema.

El musgo no es un musgo, son muchos musgos diferentes de formas muy distintas.

La arquitectura del bosque que los acoge se replica en la alfombra de musgos: ambos, el bosque de árboles y el bosque de musgos, se reflejan mutuamente.

Y cuando nos enfocamos para que nuestra percepción se sitúe en la escala de una gota de rocío, lo que se vuelve un trasfondo borroso es el paisaje boscoso mayúsculo, convertido ahora en mero escenario para el microcosmos protagonista del musgo.

Aprender a ver musgos se asemeja más a escuchar que a mirar.

Entre musgos y rocas, tiene lugar una conversación milenaria, antiquísima: poesía en estado puro. Una conversación que trata de la luz y de la sombra.

Las rocas -dueñas de la lentitud, de la fuerza, de lo estático- se rinden, sin embargo, al leve aliento verde del mundo, tan poderoso como un glaciar, que erosiona su superficie -lenta pero inexorablemente-y las devuelve, grano a grano, a su condición de arena.

El comportamiento de los musgos es una celebración de lo pequeño.

La aceptación es su modo de ser.

Practican el arte de la paciente espera, rizándose sobre sí mismos, “soñando con la lluvia”, ya que sin agua son incapaces de crecer: al carecer de raíces no pueden acceder a las reservas de agua de la tierra, por lo que su supervivencia depende de la lluvia.

Sin embargo, la mayoría de los musgos son inmunes a la sequía. Para ellos, la deshidratación no supone la muerte, sino simplemente una interrupción mágica y temporal de la vida. Pueden perder hasta el 98% de su humedad y mantenerse en paciente espera, pero vivos, para recuperarse cuando vuelven a entrar en contacto con el agua.

Algunos han sobrevivido tras 40 años de deshidratación¡¡¡

Este fenómeno tan asombroso emociona, y al igual que le sucede a Robin Wall Kimmerer, “nos permite tener fe”.

Así lo expresa tan bellamente Robin: “Cuando llega la inevitable sequía, su aceptación es total y se dedican a esperar el regreso de la lluvia, bien equipados para aguantar”: toda una inspiración para la vida.

Y su resistencia depende de la comunidad: las plantas de musgo no se encuentran solas: siempre crecen en colonias, adaptadas en comunidad a su mayor objetivo que es la retención hídrica máxima: juntas pueden más.

No os descubro más de esta joya de libro: Robin Wall Kimmerer va hilando las historias asombrosas de los musgos, con su propia historia íntima familiar, tejiendo una urdimbre de hilos que se entrelazan, inspirando la vida vegetal, la suya propia, y apoyando su proceso vital en la enseñanza tan poderosa de unos seres tan minúsculos, pero tan fuertes, tan sencillos, pero de tanta complejidad, tan sabios, pero tan desapercibidos.

No sabría deciros qué me emociona más: el descubrimiento de la importancia de los musgos, que desconocía en toda su dimensión, o la manera en la que su autora siente y vive, e interpreta el paisaje que la rodea como un espejo de su paisaje interior.

Acercarse a la historia de los musgos, desde los dos enfoques en que vive su autora: el saber científico y el conocimiento ancestral de la sabiduría indígena de la que procede, el objetivo y el subjetivo, permitiendo que la materia y el espíritu caminen de la mano en armonía es toda una guía para caminantes, para buscadores, para amantes de la naturaleza que no sabemos cómo encajar en este mundo tecnológico tan desconectado de lo esencial, de lo verde.

Y Robin Wall Kimmerer une ambos mundos, con tanta maestría, con tanta poesía, con tanta belleza, con tanto corazón, que el mío se estremece en cada página de la lectura de su libro.

Espero que sintáis lo mismo. Os lo deseo con todo mi amor.


  1. Wall Kimmerer, Robin. : “Reserva de musgo. Una historia natural y cultural de los musgos” 2003. Traducido por David Muñoz Mateos, Ed. Capitán Swing Libros S.L. 2023. ↩︎
  2. Wall Kimmerer, Robin : «Una trenza de hierba sagrada» 2021. Traducido por David Muñoz Mateos, Ed. Capitán Swing Libros S.L. ↩︎
  3. Citado en Byung-Chul Han: «Elogio de la inactividad. Vida contemplativa» 2023. Traducción de Miguel Alberti. Ed. Taurus, pp. 21 ↩︎
  4. Baños de bosque, Shinrin yoku https://azufactorianatural.com/2020/06/28/caminar-entre-arboles-banos-de-bosque/ ↩︎

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