Leptospermum scoparium

Cuentan que fue el legendario capitán James Cook en su segundo viaje a los Mares del Sur quien llamó árbol del té a este arbusto denominado botánicamente Leptospermum, después de beber una infusión preparada por los aborígenes y confundiéndola con una “bebida de té”, del té auténtico, que, como sabéis, proviene de la Camelia sinensis china. Desde entonces, en Australia, de donde es nativo, se denomina así.

Y aún hoy en día, la infusión de sus hojas se sigue consumiendo, e incluso muchos consideran que supera en aroma y sabor al propio té auténtico. Si te animas a probarla, y descubrir su efecto refrescante y aromático, te recomiendo que la dejes más tiempo en remojo para que su sabor se traslade al agua de la infusión.

Este arbusto recibe el nombre de manuka en Nueva Zelanda, de donde también procede: Los maoríes empleaban las hojas de la manuka en medicina natural por sus propiedades antimicrobianas. Las abejas que liban sus flores obtienen la tan de moda miel de manuka, cuyas propiedades antimicrobianas, por cierto, también se encuentran en todos los tipos de miel.

El Leptospermum scoparium fue descrito por los naturalistas Johann Reinhold y Georg Forster, que acompañaban a Cook en esa expedición, y su nombre proviene de los vocablos griegos leptos y sperma, que significan semilla fina; el específico latino scoparium alude a una escoba.
Sus hojas son espinosas y su madera es resistente, utilizada para la confección de herramientas por los nativos. Una vez triturada, posee un aroma muy agradable por lo que la usan como especia para aromatizar carnes y pescados.

Debido a sus propiedades antibióticas, los nativos maoríes lo utilizaban para la curación externa de las heridas de la piel, y para el tratamiento interno de enfermedades del aparato respiratorio.

Incluso el periquito de Nueva Zelanda, llamado KaKariKi conoce sus propiedades medicinales, ya que ingiere las hojas y la corteza, tritura estos materiales y esparce el jugo por sus plumas una vez que lo ha mezclado con el aceite que produce su propia glándula uropigial, con el fin de deshacerse de parásitos molestos.

Las flores de leptospermum destilan una esencia aromática amaderada que recuerda al incienso y el cuero, y que tiene propiedades antifúngicas y antibacterianas que se ha utilizado en medicina tradicional para infecciones cutáneas.

Nuestro amigo Vladimir Rivero, en su rincón de Facebook de El Jardín del Calvo, recoge también una curiosidad de este arbusto que no conocíamos, ya que muchos confundieron con un maná divino, la resina extraña que exudaban sus hojas y tallos, lo que resultó ser la picadura de un insecto que producía el sangrado de los azúcares de sus ramas, por donde surgía ese manjar dulce y calórico tan oportuno en casos de necesidad.

Florece de forma colorida dos veces al año: fiel a sus citas en primavera y en invierno. Las flores de los de nuestro Jardín Aromático tienen un color rojo espectacular, aunque pueden ser también rosas o blancas.

Es una planta de bajo mantenimiento, libre de plagas y hongos. Puede encontrarse fácilmente en viveros y centros de jardinería, y aquí, en las cornisas cantábrica y atlántica, se reúnen las condiciones ambientales para que crezca feliz y hermoso, ya que no le gusta el frío extremo, las heladas, ni la sequedad extrema. No exige cuidados específicos: prefiere el sol, pero se adapta a todas las exposiciones, procura no encharcarla con exceso de riego. Puede incluso adaptarse a sustratos áridos y condiciones costeras.

Siempre después de la floración, puedes podarle pero no de forma drástica, sólo retocando un poco sus ramas. Y puedes  propagar mediante esquejes semileñosos en verano.

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