Ahora en los meses más oscuros, las velas crean en nuestro hogar ambientes cálidos y mágicos, sin embargo, si están fabricadas con parafina, que es un derivado del petróleo, su combustión produce compuestos volátiles perjudiciales para la salud, lo que se agrava cuando son perfumadas por ingredientes sintéticos que han demostrado ser disruptores endocrinos.

Por muy atractivas que nos parezcan, por muchos coloridos y formas sugerentes, la inhalación de su humo es tóxica.
Cuando comenzamos con nuestra prensa botánica, nos inundó un frenesí por decorar con hojas y flores todo lo que pillábamos por casa, y así terminamos decorando unas velas -de parafina-, que apenas llegamos a encender un par de veces, por la toxicidad de ese humo…bonitas sí que eran, si…pero no saludables…

Por suerte, existen alternativas saludables: se trata de las velas con ceras vegetales -de soja, colza o coco- y las velas de cera de abejas, con mechas naturales de algodón o madera.

Particularmente, las que más me gustan son las velas de cera de abejas, porque al quemarse emiten un aroma natural a miel y vainilla delicioso, que forma parte de la propia cera.
Hay una obsesión también por aromatizar las velas, cuando lo que se está quemando es habitualmente, aromas sintéticos que en ese humo también están generando componentes tóxicos que vamos a inhalar.
Podríais optar, a la hora de elaborar vuestras propias velas, por aromatizarlas con esencias o aceites esenciales naturales. Cada uno elige cómo quiere tirar su dinero.
Personalmente, me parece que quemar una sustancia aromática tan compleja y sofisticada como un aceite esencial de buena calidad, me parece un derroche y un absurdo, ya que se “quema” todo su poder terapéutico y energético. Para disfrutar de la inhalación de estos aromas beneficiosos y de toda su dimensión para nuestra salud y bienestar emocional, no conviene “quemarlos”, sino utilizar los difusores apropiados para disfrutarlos con todo su poder.
Y ante la cantidad de velas de parafina que tengamos por casa, se me ocurre que una manera de reciclarlas, puede ser que las derritáis, y elaboréis unos ambientadores aromáticos -que no se van a quemar-, y en este caso, sí que podéis añadir algún colorante y aroma natural, para que se desprenda por el ambiente de forma suave y sin toxicidad -pero claro, aseguraos que la habitación no es demasiado grande porque entonces, su aroma va a resultar inapreciable; sí que funcionarían mejor para aromatizar cajones, y espacios reducidos.
Os dejo esta ecoidea de nuestra página web (al paso de los años, me parece que la decoración de las flores en esos ambientadores ahora mismo me sobraría, cambian los gustos estéticos, debe ser):
También podéis optar por añadirlas un aroma, y trocearlas en bolsitas, para aromatizar armarios, el baño, etc.
A estas alturas, y después de probar y comprobar varios de estos ambientadores aromáticos, pasado ya el efecto guay de la primera impresión, cuando recién los terminamos de realizar, y pensándolo con un poco de sensatez, ya no me apetece desaprovechar unas mandarinas, unos palos de canela, unos anises, -cuyo precio por cierto es desorbitado- como para malgastarlo usándolos en una decoración que no va a difundir su aroma a menos que llevemos pegado a la nariz el ambientador.
La mandarina huele en el momento que la partes, y con el tiempo se pone negra, las flores se estropean y tampoco emiten su olor, por no decir que muchas de las que se usan para decorar también son artificiales y coloreadas de forma artificial…en fin, que yo prefiero utilizar todas estas sustancias aromáticas en otros preparados.

Como anécdota, también os cuento que ya pasamos la fase de la «naranja con clavos», que, por cierto, nos duró un par de años, porque gastamos un dineral en clavos de olor, polvo de raíz de lirio, canela en polvo, que al guardar para secar, se llenaban de moho y ofrecían un espectáculo lamentable…no hubo manera, otro ejemplo, creo, de la foto bonita para el instante, sin más…


