El perfume, de Patrick Süskind

Esta novela se publicó en 1985 y ha sido traducida a más de 46 idiomas, superando los 153 millones de ejemplares vendidos. Está claro que es uno de los mejores libros de la Literatura universal, y así se considera ocupando el puesto número 35 de los 100 primeros. 

Muchas de sus ediciones muestran en la portada un fragmento de la pintura «Júpiter y Antíope» de Watteau, donde la axila desnuda de la joven bella parece que refleja el símbolo de la seducción por medio del olor corporal, salvo en las portadas de las ediciones en Estados Unidos, debido a la prohibición de mostrar un pezón desnudo.
Su autor, que huye de la sociedad como el protagonista de su libro, trata en sus obras de individuos aislados, obsesivos, que sienten el mundo como extraño, y en este caso, al no contar el protagonista con olor corporal, es el propio mundo el que le repele por no reconocerlo como humano, pero no es acerca del protagonista ni de la trama de lo que os voy a hablar, sino de los perfumes.

Me he acercado al libro después de ver la película. La película me encantó, pero prefiero el libro. 

Me ha interesado mucho la concepción del perfume como creador y sostenedor de recuerdos, como creador de emociones y estados de ánimo y como medio de control y sugestión de las personas.

Y sobre todo, los enormes conocimientos y la extraordinaria habilidad del autor para hacernos partícipes del universo de olores que describe con tanta minuciosidad y exactitud, teniendo en cuenta que puede que este terreno sea uno de los más complicados en describir con palabras, como todo lo intangible.

En nuestros talleres de destilación en alambique y elaboración de colonias naturales, jugamos a manejar y descubrir la magia de los aromas, aprendiendo las infinitas posibilidades de su combinación y la manera de conservarlas en el tiempo. 

Quien se ha acercado, de alguna manera, a este universo de las plantas y su riqueza aromática, no puede dejar de disfrutar de este libro, y os recomiendo mucho su lectura porque podréis encontrar, entre otros muchos, algunos de estos asuntos:

La preparación para los destilados: 
«Triturar almendras amargas, machacar granos de almizcle, raspar rizomas de lirio, separar del sedimento el aceite puro de la corteza de limón, secar plantas y flores en parrillas colocadas al calor protegido, conservar las crujientes hojas en cajas y tarros sellados con cera, limpiar pomadas, filtrar, concentrar, clarificar, rectificar…» (pág. 84)

Las destilaciones en alambique de cobre de «romero, salvia, menta, semillas de anís, tubérculos de lirio, raíces de valeriana, comino, nuez moscada, claveles secos, para arrancar el alma fragante de las plantas»

«…la menta y el espliego podían destilarse en ramitos enteros, otras plantas necesitaban ser picadas finamente, troceadas, trituradas, raspadas, machacadas e incluso maceradas antes de añadirse a la caldera de cobre..y otras muchas plantas no se dejaban destilar» (pág. 87)

La técnica del enfleurage en caliente:
«en una gran caldera una sopa espesa con sebo de cerdo y de vaca que había que remover sin interrupción donde se iban echando las flores frescas, muriendo al parecer con tal rapidez, que no les quedaba otro remedio que exhalar su último suspiro perfumado en el líquido que las ahogaba…no eran las flores muertas sino la propia grasa, que se había apropiado del perfume de las flores.(pág. 155)
Cuando la grasa ya estaba saturada y no podía absorber más aroma, se vierte en recipientes de loza y endurecida, se convierte en pomada de maravilloso perfume, en tarros sallados y cerrados, en las frescas profundidades de su sótano.

La creación de la essence absolue:
«Se calentaba la pomada en ollas cerradas, se añadía el mejor alcohol y se mezclaba a fondo con un agitador incorporado. Una vez en el sótano, cuando la mezcla se enfriaba rápidamente, el alcohol se separaba de la grasa sólida de la pomada y se podía verter en una botella. 
La fragancia floral pasó al alcohol, pero la operación no estaba terminada: después de un minuciosos filtrado a través de gasas para impedir el paso de la más diminuta partícula de grasa, el alcohol perfumado se echaba en un pequeño alambique y se destilaba a fuego muy lento. 
Lo que quedaba en la cucúrbita, una vez volatilizado el alcohol, era la esencia pura de las flores, su perfume absoluto, concentrado cien mil veces. 
Su intensidad era casi dolorosa, agresiva y cáustica. Bastaba una gota diluida en un litro de alcohol para devolverle la vida y la fragancia de todo un campo de flores.»(pág. 157)

La técnica del enfleurage en frío: 
«…en junio los jazmines, en agosto, los nardos…de perfume tan exquisito y tan frágil, que los capullos habían de cogerse antes de la salida del sol, y no se dejaban arrancar el alma con facilidad…se esparcían en una sala especial para el perfumado, sobre placas untadas de grasa fría o se tapaban con paños empapados de aceite donde se dejaban morir mientras dormían..»(pág. 159)

«…las grasas, en el matadero, las más apropiadas, limpias, derretidas, filtradas, y en proporción exacta para ser mezcladas…ya que una grasa impura, rancia o con demasiado olor a cerdo, carnero o vaca, podía estropear la pomada más valiosa»

La técnica clásica de construcción de los perfumes:
«Existen fragancias que se conservan durante décadas: un armario frotado con almizcle, un trozo de cuero empapado en esencia de canela, un bulbo de ámbar, un cofre de madera de cedro poseen una vida olfativa casi eterna…sin embargo, otros-el aceite de lima, la bergamota, los extractos de narciso y nardo y muchos perfumes florales, se evaporan al cabo de pocas horas al ser expuestos al aire…»

«El perfumista lucha contra esta circunstancia fatal ligando las fragancias demasiado volátiles a otras más perennes, como si las maniatara para frenar sus ansias de libertad, un arte que consiste en dejar las ataduras lo más sueltas posible a fin de dar al aroma prisionero una semblanza de libertad y en anudarlas con fuerza para que no puedan huir….lo realizó a la perfección con la esencia del nardo, cuya efímera fragancia retuvo con minúsculas cantidades de algalia,vainilla, láudano y ciprés…»

«…como auxiliares, como nota básica, mediana y alta, como aroma de punta y como fijador no eran apropiados ni el almizcle ni la algalia, ni el nerolí ni la esencia de rosas…»(pág. 170)

Y para terminar, esta perla que os anime a leer el libro: 

«El perfume es hermano del aliento. Con él se introducía en los hombres, y si éstos querían vivir, tenían que respirarlo. Y una vez en su interior, el perfume iba directamente al corazón y allí decidía de modo categórico entre inclinación y desprecio, aversión y atracción, amor y odio. Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres» (pág. 137)

 

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