LA VIOLETA, SÍMBOLO DE LA PRIMAVERA

Parece mentira cómo una flor tan pequeñita como la violeta, haya levantado tantas pasiones y tanto romanticismo: por recordar algunas, el ramito de violetas del amante anónimo en la canción de Cecilia, o el ramito de violetas en el ojal del cuplé tan famoso de Sarita Montiel, cuya canción ya fue mundialmente conocida mucho antes tanto en musicales de Broadway, como en la película Luces de la ciudad de Charles Chaplin, inclusión por cierto que realizó sin tener los derechos de la canción que correspondían al castizo maestro Padilla, y por los que tuvo que responder ante la justicia.

La violetera ha sido cantada por voces tan famosas como Montserrat Caballé, Concha Piquer, Nana Moskouri, María Dolores Pradera o Brabara Streisand, y para los que estéis pensando en que la canción de las violetas está ya pasada de moda, podéis volver a escuchar una nueva interpretación, hace escasos días, en una Gala de los Goya por parte de Nathy Peluso.

Desde luego que las violetas cantadas no han pasado de moda, quizá la propia violeta en flor si, porque ya no se estila regalar un ramito, como antes, pero vamos a intentar revivir su fama, y traerlas a la actualidad, ya que tímidamente comienzan a asomar en las zonas umbrías de nuestros bosques y campos, en primavera, así que estar, siguen estando¡¡¡ E incluso las podemos plantar en nuestro jardín, para asegurarnos su presencia. En el nuestro, han aparecido sin plantarlas¡¡¡

Pero no sólo el romanticismo, sino también el misticismo y las leyendas rodean a la violeta, a cuya temprana floración que anuncia la primavera se le ha intentado dar una explicación mágica en la mitología clásica. Así, los griegos veían en la violeta un símbolo de la fertilidad y del amor, las compraban en racimos por las calles de Atenas, y las usaban para decorar los altares en sus casas.

Plinio recomendaba una guirnalda de violetas sobre la cabeza para evitar mareos y dolores de cabeza, sobre todo cuando se abusaba del vino.

En la antigua Roma una leyenda que su origen en las lágrimas caídas del cielo que reflejan la alegría que los dioses sintieron cuando hicieron las estaciones del año. Cuentan que después de haber creado los dioses el invierno, de un soplo apartaron las nieves y la hierba comenzó a nacer, las aguas de los arroyos a correr y el sol a salir entre las nubes. Ante el espectáculo, los dioses comenzaron a llorar de alegría y estas lágrimas cayeron sobre la tierra, brotando de ellas las violetas, de aquí que también sean llamadas como “lágrimas de los dioses”. Bello nombre para unas bellas flores.

Ignacio Abella en su libro “La Magia de las Plantas” relata que en los cuentos populares la violeta aparece como símbolo del misterio que nos atrae a los más profundo y recóndito de los bosques. Este mismo autor refiere como la diosa Proserpina -la Perséfone romana– estaba recogiendo narcisos y violetas cuando fue raptada a las regiones infernales. Interpretando el autor que es posible que en la mitología clásica tanto los narcisos como las violetas representen señales o puertas hacia el más allá y no solo tenga que ver con la interpretación estacional o temporal con que se asocia el despertar de estas flores al invierno de su sueño y reaparecer la primavera. Apoya su tesis de la interpretación esotérica de que las violetas eran consideradas un símbolo para abrir las puertas del más allá, el hecho de que en las rosalías romanas (también llamadas violarías) se ofrendaba a los espíritus de los muertos rosas y violetas sobre sus tumbas.

«Un idilio de primavera»(1901) de Stefan Kuhn

La violeta, símbolo de la primavera

La violeta ha representado el símbolo de la primavera, y en la Edad Media, en el sur de Alemania, era costumbre atar en un mástil la primera violeta encontrada y bailar a su alrededor para dar la bienvenida a esta estación del año.

En la tradición cristiana también está presente la violeta y se cuenta que San Bernardo la llamó “la flor de la humildad”, siendo adoptada como símbolo de la Virgen María como representación suprema de la humildad en la Tierra. Símbolo de humildad y de modestia, pero también flor funeraria, en occidente, desde los tiempos grecorromanos, por lo que el color de esta bella flor, el violeta, se ha adoptado como uno de los colores litúrgicos de la iglesia católica, que visten los sacerdotes en época de adviento y cuaresma, y en las misas de difuntos.

La violeta también aparece representada en el símbolo de los bonapartistas (seguidores de Napoleón). Esto ha sido objeto de numerosas interpretaciones, así se cuenta que cuando el emperador Napoleón fue desterrado a la isla de Elba (verano de 1815), prometió a sus seguidores que volvería junto con las violetas de la siguiente primavera. A partir de aquel momento, la violeta fue el emblema de los bonapartistas y la contraseña de quienes deseaban su retorno a Francia. Estas mismas fuentes cuentan que cuando el cuerpo de Napoleón regresó a Francia, ya muerto, portaba colgado de su pecho una cajita dorada que contenía dos violetas. ¿Y por qué escogió el emperador a esta humilde florecilla?

Pues parece ser que quién tenía verdadera devoción por ellas era su esposa María Luisa, duquesa de Parma, quien dedicaba horas y horas de su día a cultivarlas en el jardín botánico. Sus cartas las escribía con tinta violeta y las firmaba con un dibujo de esta flor. Cuando contrajeron matrimonio, ella llevaba un pequeño ramillete de violetas y a partir de entonces, en cada aniversario de boda, Napoleón obsequiaba a su esposa con un ramillete de esta linda flor, que le acompañó hasta la tumba.

Pero, ¿Cómo es esta planta que ha levantado tanta adoración y pasiones?
Las violetas son plantas herbáceas que apenas levantan unos 15 cm. del suelo, perennes y de tallos subterráneos y hojas en forma de corazón, entre las que despuntan sus flores de cinco pétalos y de forma desigual. Nacen en claros de bosques, linderos frescos y zonas húmedas extendiéndose por todo el mundo, en las regiones frescas de América y desde el norte de África hasta el continente asiático, y desde hace milenios se cultivan en los jardines, acomodadas en lugares sombríos y en suelos húmedos, para utilizarse en la confección de coronas y guirnaldas, afición que ya se documenta en la antigüedad griega.

Su color más famoso es el que indica su propio nombre: el violeta, sin embargo, haberlas haylas, entre las cerca de 600 especies que comparten el género viola, de todos los colores.

Y, ¿¿¿por qué una planta tan pequeñita ha sido objeto de tantas leyendas, historias y tradiciones??? Vamos a intentar desentrañar la respuesta a esta incógnita, a ver si es posible¡¡¡

Propiedades medicinales de las violetas

En principio, toda la familia de violetas comparten las mismas propiedades medicinales, que se aplican desde tiempos inmemoriales, y aunque se conocen sobre todo por ser uno de los mejores remedios naturales contra la tos, gracias a la cantidad de principios activos que atesoran, tanto en su raíz, su flor y sus hojas, es decir, en la planta entera, lo cierto es que alivian muchas enfermedades de la esfera respiratoria, por sus virtudes calmantes, balsámicas, antitusivas, antibióticas y antiinflamatorias.

En palabras del herborista del siglo XVII Nicholas Culpeper Todas las violetas son frías y húmedas mientras están frescas y verdes, y refrescan todo tipo de calor o desarreglo térmico del cuerpo, tanto del interior como del exterior”, aludiendo a su propiedad sudorífica.

Están especialmente indicadas en bronquitis crónica y en síndromes catarrales de las vías respiratorias. Son además expectorantes y durante siglos se han usado como remedio natural para el dolor de cabeza, la melancolía y como un sedante general, utilidades que recientes investigaciones determinan deberse a la presencia en ellas del ácido salicílico, conocido como la aspirina natural.

Gracias a su alta concentración en mucílagos, y debido a su poder suavizante, son adecuadas para el alivio de dolencias digestivas, facilitando así mismo la eliminación de toxinas, por sus demostradas cualidades diuréticas y depurativas.

RECETA: Realizar unos gargarismos con una infusión de violetas puede aliviar la irritación de garganta y las infecciones bucales.

RECETA: Puedes combatir el dolor y la inflamación en artritis, lo que se consigue aplicando en la zona dolorida una compresa bañada en la decocción de su raíz seca, añadiendo esa misma decocción en el agua del baño, o bien masajeando con un ungüento elaborado a base de hojas de violeta.

RECETA: Con Cataplasmas de hojas verdes de violeta podemos usarlas en zonas golpeadas, para tratar inflamaciones, ya que reducen la hinchazón, calman irritaciones, y mejoran el acné y todo tipo de dermatitis.

RECETA: Se puede elaborar una tisana pectoral e inmunitaria con violetas, escaramujos y tomillo, a partes iguales, en decocción durante diez minutos.

RECETA: Un jarabe de violetas, en receta muy antigua, lo podríamos elaborar para la tos seca e irritativa, resfriados de pecho y catarro con agua, flores frescas de violetas y miel o azúcar, con un poco de limón al gusto: machacamos flores y hojas de violetas y se ponen en infusión con agua hirviendo, lo que dejaremos macerar durante 24 horas en una botella de vidrio oscuro. Se filtra el líquido y se añade azúcar o miel en cantidad abundante junto con el limón y se pone a hervir a fuego suave hasta que obtenemos el jarabe. Se conserva muy bien en frasco oscuro de vidrio para tomar 1 cucharada 3 veces al día.

Sus raíces poseen una acción expectorante más fuerte, pero en dosis elevadas pueden provocar el vómito y ser tóxicas al igual que las semillas, así que hay que tener precaución con ellas.

La investigación reciente ha demostrado que presentan potenciales propiedades anticancerígenas. En la herboristería británica se usan para tratar el cáncer de mama y de estómago.

Como hemos visto por las recetas que acabamos de comentar, la violeta puede utilizarse en decocción, en infusión, fresca, seca en polvo, en jarabes. También podrían elaborarse con ella extractos o tinturas, y sus hojas podrían someterse a un proceso de destilación, con el fin de extraer sus aceites esenciales, entre cuyos componentes destaca el ansiolítico linalol.

El absoluto de violeta, de sus hojas, al que volveremos más tarde para hablar de su aroma, terapéuticamente se utiliza como tónico cutáneo, calmante, purificante y descongestionante de tejidos, para pieles cansadas, apagadas y acneicas, y por su poder antiinflamatorio y antitusígeno, se receta en resfriados y dolores de garganta, o reumatismo.

Además de su poder medicinal, estas plantas pueden comerse, sí, son comestibles¡¡

Hojas y flores de violetas son extremadamente ricas en vitaminas.

Las hojas contienen hasta 4 veces más vitamina C que las naranjas, y las flores, 3 veces más. Las hojas contienen tanta vitamina A como las espinacas y aproximadamente 9 veces más que los tomates.

Hojas y flores tienen además vitamina E, sales minerales, mucílagos, taninos, flavonoides y antocianinas -éstas en la flor- que son potentes antioxidantes, junto con unas proteínas específicas que presentan una gran cantidad de actividades biológicas de gran interés para nuestra salud, como son las antitumorales, antimicrobianas, anti-vih y anti esclerosis múltiple.

Pueden comerse, por tanto, hojas tiernas, crudas en ensaladas o bocadillos, a los que aportan un sabor agradable. Las hojas más viejas pueden cocinarse como verdura, o añadirse a sopas, cremas, salsas, o incluso mermeladas, ya que debido a sus mucílagos actúan como espesantes. Puede hacerse con ellas también una rica infusión.

Flores y botones florales también pueden comerse como sus hojas, crudas en ensaladas, macedonias o para relleno de aves o pescados, para dar color a cremas, gelatinas, suflés. Pueden secarse y molerse para espolvorear sobre comidas o bebidas o incluso utilizarse para aromatizar vinagres, o mantequillas. Podrían incluso confitarse con azúcar y usarse como decoración en tartas o pasteles o para hacer siropes o sorbetes con sus pétalos. De hecho, los pétalos escarchados de violeta siguen siendo el producto más caro de la tienda de Madrid que también vende desde 1915, desde la Plaza de Canalejas, sus famosos caramelos de violeta, convertidos en uno de los sabores más característicos de la capital.

Y en llegando a este punto, después de haber descubierto su poder medicinal y sus propiedades comestibles, aún no hemos agotado ni mucho menos, la atracción que ha tenido y tiene esta pequeña flor de la violeta, sobre todo en el campo de la perfumería.

El perfume de violetas

Para hablar del perfume de las violetas, retrocedemos en el tiempo al Nápoles del siglo XVI, donde aparece documentado ya el cultivo de violetas por los botánicos, debido a su fragancia, esto es, eligiendo por tanto las variedades aromáticas, que no todas lo son. en Nápoles, probablemente, se cultivó por primera vez en Italia la variedad de violeta denominada Viola odorata pallida plena, que tal vez fue enviada a Parma a través de los Borbones, en donde se hizo más famosa y conocida como Violetta di Parma. Es una violeta de doble flor con una fragancia dulce e intensa y un color azul, con pequeños puntos rojos en el centro.

Cuenta la historia que el perfume de violetas se obtuvo primero por los Franciscanos de la Iglesia de la Anunciación en Parma que primero lo producían en exclusiva para la duquesa. La duquesa de Parma, segunda esposa de Napoleón, María Luisa de Austria, que sentía auténtica devoción por esta flor y su aroma.

Ciertamente, capturar y reproducir el aroma de sus flores era una labor harto difícil y compleja, no sólo por la fragilidad de sus pétalos y la pequeña cantidad de odorantes que contienen, que son pocos y difíciles de aislar, lo que supone un muy bajo rendimiento a la hora de extraer su preciado aroma, sino también por lo costoso del propio procedimiento de extracción: hablamos del Enfleurage, técnica que consiste en macerar las flores elegidas en un cuerpo graso y reemplazarlas por flores nuevas cada 24 horas hasta que el lípido esté saturado de perfume. ¡Se han hecho enfleurages de hasta 70 días! Después se mezcla la grasa con alcohol y el aroma pasa a este último. El siguiente paso es evaporar el alcohol dando lugar a la esencia pura y concentrada, llamada absoluto.

Ya que este procedimiento para obtener el absoluto de violeta era tremendamente costoso, a finales del siglo XIX se descubrió la forma de obtener el aroma de la violeta a través de una investigación química llevada a cabo por Tiemann y Krüger que lograron sintetizar unas moléculas con olor a violetas,

¿Cómo lo hicieron?

Aislando a partir de la raíz de iris una cetona y reproduciéndola vía síntesis desde la que obtuvieron una molécula denominada ionona. Estas iononas son una variedad aromática que incluyen moléculas alfa y beta, reproduciendo ambas el aroma de la flor violeta original. Esto unido a su buena capacidad de fijación a la reducción del costo y la mayor disponibilidad de esta materia convirtieron el producto en un éxito, regresando el aroma a violeta con fuerza al sector de la perfumería, a tal nivel que en torno al 1900 el colmo del refinamiento era un perfume de violetas, una mezcla aromática que intenta conseguir el equilibrio entre dulzura, delicadeza y frescura de esta flor primaveral.

Sin embargo, desengañémonos: no existe aceite esencial ni absoluto de la flor de la violeta, es decir, no existe un extracto natural destilado de estas flores tan evocadoras, ya que para los perfumes de violeta se usan moléculas sintéticas. Sí que podemos encontrar en el mercado el absoluto de hoja de violeta, que se define con un aroma herbal y profundo, que recuerda a hierba recién cortada y a bosque húmedo y que se usa en perfumería como nota de salida o corazón tanto en perfumes femeninos como masculinos.

Y por último, culminamos este repaso al poder evocador de la violeta, hablando de la simbología en torno a su color, un color al que la propia planta le ha dado nombre.

El violeta es la mezcla del color azul y del rojo, mientras que el lila es el resultado de mezclar violeta con blanco. El azul es paz, melancolía, serenidad… y el rojo es pasión, deseo e incluso agresividad, es la fusión de los opuestos, que también se ha simbolizado como la unión de lo masculino y lo femenino.

Es el color de menor longitud de onda y se encuentra al final del espectro visible, lo que significa que, cuando se está haciendo de noche, es el último color antes de la llegada de la oscuridad total. 

O dicho de otra manera, el color violeta corresponde a la frecuencia más alta de luz discernible por el ojo humano. Las frecuencias más altas que el violeta —y, por lo tanto, de longitudes de onda más cortas— se denominan ultravioletas y no son visibles.

Esta rareza de color se ha utilizado históricamente como símbolo del poder, de la dignidad imperial, pero también de las sensaciones espirituales, de la magia, de lo oculto, la fantasía.  Es uno de los colores preferidos del feminismo.

Espero haber cautivado vuestro interés por esta humilde y pequeña flor, y que la podáis disfrutar en vuestros paseos silvestres ahora en primavera¡

«Pero solo tu voz escucho y sube tu voz con vuelo y precisión de flecha, baja tu voz con gravedad de lluvia, tu voz esparce altísimas espadas, vuelve tu voz cargada de violetas y luego me acompaña por el cielo»

Pablo Neruda 1904 – 1973



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