ÁRBOL DEL TÉ

Su nombre me recuerda a Santillana del Mar, que ni es santa ni es llana ni tiene mar, así que sepáis que el árbol del té ni es en realidad un árbol, ya que es un arbusto que no llega a sobrepasar los cinco o seis metros de altura, ni es el componente de nuestras bolsitas de té, cuyas hojas proceden de la Camelia sinensis, aunque hubo un momento determinado en la historia que sí se tomó como tal, y aquí viene ahora la gran historia del Árbol del te y cómo llegó a dar la vuelta al mundo¡

En 1770, James Cook y sus hombres desembarcaron por primera vez en la costa australiana. Mientras descubrían la fauna y la flora de esta gran isla, hasta entonces desconocida, repararon en un pequeño arbusto de follaje verde y denso. Observaron cómo su follaje, cuando se encuentra empapado en agua, produce un tinte marrón que se asemejaba débilmente al té que tenían por costumbre tomar en infusión, como buenos ingleses, y cuando se terminaron sus propias reservas del té que transportaban, no se lo pensaron dos veces y comenzaron a utilizar las hojas de este arbusto para hacerse una infusión a la que asimilaron más o menos al té. De ahí el nombre de esta planta en el momento en el que se introdujo en Europa: el Árbol de Té (o Tea Tree).  Tengo que deducir que bien desesperados estaban los ingleses aventureros ante su ausencia del té auténtico, ya que se reconoció que éste era un sustituto muy pobre, y lo que es más grave, potencialmente tóxico, por lo que no es recomendable usarlo en infusión.

El árbol del té es originario, por tanto, de Australia (Nueva Gales del Sur y Queensland) y la Polinesia Francesa.

La planta del árbol del té era muy apreciada por las primitivas comunidades australianas por su capacidad única de curación. Numerosas comunidades aborígenes a lo largo de la costa este de Australia tienen un largo uso histórico del árbol del té como antiséptico para las afecciones de la piel. Simplemente aplastaban las hojas del árbol de té y lo aplicaban a cortes, quemaduras e infecciones.

El árbol del té está claramente dotado de unas grandes ganas de vivir; incluso los troncos cortados casi a ras de suelo dan vástagos, florece y está listo para cortar nuevamente en dos años.  Una simple tala no sería suficiente para acabar con él: habría que arrancar todas las raíces del suelo y quemarlas.

Esta fortaleza es algo realmente importante, ya que tras su descubrimiento, y gracias a que se realizaron diferentes estudios científicos que confirmaron sus innumerables propiedades beneficiosas, fue posible que este arbusto empezara a dar la vuelta al mundo y a adaptarse a diferentes climas por todo el mundo (Sudamérica, África, Estados Unidos…).

Gracias a su enorme capacidad de renacer, y su extraordinaria resistencia, hay esperanza de que pueda volver a rebrotar sobre todo en su país de origen, especialmente después de los devastadores incendios que ha sufrido Australia recientemente.

Además, dado que este árbol crece mejor en terrenos pantanosos, en el curso de su evolución ha desarrollado mecanismos de defensa contra hongos y otros parásitos.

Se empezaron a conocer entonces, lo que ya los aborígenes habían descubierto siglos antes, sus propiedades antifúngicas, antibacterianas y antivirales. En la década de 1920, se utilizó en odontología y cirugía para ayudar a limpiar heridas y prevenir infecciones. Y fue solo en esa década de 1920, cuando un químico del gobierno australiano, llamado Arthur Penfold, publicó una serie de artículos sobre las propiedades antisépticas del aceite de árbol del té, lo que sirvió para difundir los beneficios de este aceite de una forma más amplia y contrastada por el mundo moderno. 

Su eficacia fue tal que, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno australiano decidió incluir un frasco de aceite esencial de Árbol del Té en el botiquín de sus soldados y marineros, para tratar infecciones tropicales y heridas infectadas. Todo aquel que cultivara este arbusto no estaba obligado a ir a la guerra, los productores y los cortadores estaban exentos del servicio militar hasta que se había acumulado suficiente aceite esencial. He aquí la importancia social y la consideración que se daba a la producción de este remedio tan reconocido y valorado medicinalmente.

El arbusto denominado árbol del té recibe el nombre científico de Melaleuca alternifolia, es miembro de la familia del mirto, con hojas verdes, estrechas, frescas y perfumadas, que desprenden un olor alcanforado, y se le suele conocer también como el árbol de la corteza de papel, ya que se suele desprender en placas escamosas. Crece con facilidad en regiones húmedas, de clima cálido, pantanosas o ligeramente montañosas.

Permitidme que me detenga un poco en el género de los Melaleuca porque es muy pero que muy medicinal. Actualmente contiene unas 236 especies, todas ellas se encuentran en Australia que atesora unas 230 y Oceanía, el resto, es decir, 6.

Y esta familia, además de la famosísima estrella mundial del árbol del te, cuenta con otros miembros no tan famosos, pero sí tan medicinales y tan beneficiosos, como el niaulí y el Cajeput, cuyos beneficios en el campo de las lesiones cutáneas por radioterapia, herpes o infecciones ginecológicas, están asombrando por sus resultados tan espectaculares. Algún día os hablaré de ellos, volvemos a nuestra estrella invitada.

¿Y, por qué es tan famoso y conocido el árbol del té? Pues fundamentalmente, por su aceite esencial, que tiene un color dorado o amarillo claro a muy pálido y un aroma inconfundible que se obtiene, como bien sabéis, únicamente de la destilación, en este caso, de sus hojas…Y para destilar, es necesario antes realizar una correcta y cuidadosa recolección de sus hojas, de la que os voy a contar algunas curiosidades:

El mejor momento para la recolección de sus hojas es durante el verano austral, es decir, entre noviembre y diciembre. Las semillas son muy pequeñas, tienen el tamaño de un grano de pimienta. Hay que esperar un año como mínimo (lo ideal es entre 13 y 15 meses), antes de poder proceder a la primera recolección. Cuando se comenzó a comercializar el aceite esencial de Árbol de Té, la recolección se hacía a mano.

Entonces, los recolectores iban con un saco de tela y un cuchillo por las orillas de los ríos para recuperar las hojas. La misión era un tanto delicada, ya que había que seccionar bien la hoja sin hacer ningún tipo de corte o romperla, para que pudiera conservar toda la savia y continuara fresca. Un recolector podía recoger hasta 1 tonelada de hojas al día, lo que equivale a unos 10 litros de aceite esencial.

A partir del siglo XX, la demanda aumentó considerablemente, por lo que comenzaron a proliferar las plantaciones. Al final, se dieron cuenta de que estos arbustos crecían mejor si se plantaban en grupo, dejando un espacio de unos 50 cm entre ellos. Las hojas deben destilarse la misma noche que se recolectan, para que el aceite esencial que se obtenga sea de máxima calidad.

La calidad de una plantación varía de un año a otro. Esto es fácil de explicar, ya que la calidad los productos 100% naturales está sujetas a diversos factores: la calidad del suelo, las temperaturas, la cantidad de lluvia, la exposición al sol o el día en el que se realiza la recolección. Esto, al contrario de lo que pudiera parecer no es una debilidad sino una fortaleza, ya que al ser sustancias que no son bioquímicamente idénticas siempre, no permiten a los virus y bacterias adaptarse y hacerse resistentes, cosa que está ocurriendo con los antibióticos convencionales, realizados por síntesis en los laboratorios.

Los avances tecnológicos han permitido conocer con exactitud la composición bioquímica del aceite esencial extraído de las hojas y corroborar científicamente las numerosas propiedades terapéuticas que le han hecho tan famoso y utilizado. Es una sustancia extremadamente compleja que contiene más de 48 componentes orgánicos principales.
Las moléculas principales del aceite esencial de árbol del té pertenecen a la familia de los alcoholes y de los terpenos.

Los alcoholes terpénicos tienen excelentes propiedades anti-infecciosas de amplio espectro: antibacterianas, antivirales, antiparasitarias, antifúngicas. También ayudan a modular nuestras defensas inmunitarias.

Los terpenos tienen, entre otras, propiedades descongestionantes de las vías respiratorias y son buenos antisépticos atmosféricos.
La suma total de todas estas moléculas (el totum), nos da un aceite esencial realmente excepcional que no debe faltar en el botiquín de primeros auxilios de nuestros hogares, siempre y cuando, claro está, que sepamos utilizarlo adecuadamente.

Propiedades más destacables del aceite esencial de árbol del té:

– Es un potente antiviral y antibacteriano.
– Sus propiedades anticatarrales, expectorantes y balsámicas ayudan a superar exitosamente cualquier patología respiratoria e infecciosa.
– Es estimulante del sistema inmunitario.
– Es un fungicida excepcional, muy útil para tratar cualquier micosis cutánea, bucal, intestinal o vaginal.
– Es útil en verano para las quemaduras solares o picaduras de insectos.
– Es un buen descongestionante venoso y linfático.
Además tiene propiedades radioprotectoras y se usa junto con el niauli (melaleuca quinquenervia) para evitar la quemaduras provocadas por radioterapia.

Principales indicaciones:

– Infecciones respiratorias, catarrales bacterianas o virales (bronquitis, resfriados, sinusitis, faringitis), gripe, anginas, dolores de garganta persistentes e infecciones bucales
– Infecciones ginecológicas: herpes genital, leucorrea, candidiasis, infecciones urinarias
– Varices, hemorroides
– Llagas, soriasis, acné, micosis cutáneas, pie de atleta
– Pediculosis
– Parasitosis intestinal

Además es un excelente repelente de insectos, desodorante en jabones y anticaspa en champús. Y añadido a la pasta dental, adecuado para higiene y blanqueamiento.

Algunas Aplicaciones prácticas y fáciles que os recomiendo:

– Para desinfectar una herida basta con aplicar directamente un par de gotas de aceite esencial (AE) de árbol del té y repetir hasta que la herida se haya curado.

– Para combatir la caspa, añadir 2 gotas del AE directamente en la dosis de champú y lavarse el cabello.

– Para evitar infestaciones con piojos, aplicar 1 gota de AE detrás de las orejas y en la nuca. (¡Aunque huele algo fuerte, es eficaz!)

– Para la higiene bucal y un blanqueamiento natural que respeta el esmalte, poner una gota de AE en la pasta de dientes y cepillarse los dientes.

– Para limpiar y desinfectar cualquier superficie preparar un litro vinagre al cual habremos añadido 30 gotas de AE.

Precauciones:

En general, el aceite esencial de Árbol de Té se tolera muy bien. Todo el mundo puede beneficiarse de las propiedades de este aceite esencial, salvo las mujeres que no hayan superado los 3 meses de embarazo y los bebés de menos de 1 año. Todos los modos de aplicación son válidos, aunque si se quiere aplicar por vía cutánea en superficies amplias, deberá diluirse, ya que tiene componentes que son irritantes al contacto con la piel. Se debe tener en cuenta que tiene propiedades similares a las de la cortisona.

Y para finalizar, unas recomendaciones muy importantes que conviene que tengáis en cuenta a la hora de comprar vuestro árbol del te.

Conviene que os aseguréis que el producto que compráis es 100% puro y natural, que cuenta con una certificación no sólo que protege el uso sostenible de su recolección, sino que garantice su calidad y su pureza, cumpliendo con los estándares internacionales, que esté sin adulterar, y que sepáis distinguir cuándo compráis un aceite esencial de árbol del té puro y cuándo un aceite de árbol del té diluido.

Si no lo compráis puro, sino diluido, debemos buscarlo en concentraciones diluidas de entre un 0,5% y un 1%, preferiblemente mezcladas con un aceite portador menos reactivo como el de argán o el de coco.

Y como siempre, dejaos guiar por un profesional de la aromaterapia para su correcta aplicación en formulaciones más complejas.

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