Lo que no tenemos (Capítulo 4) o El engaño del espejo

 

La cosmética convencional, en la búsqueda de mayores beneficios económicos, no ha dudado en acudir a la utilización de sustancias químicas baratas que no son beneficiosas para la piel, y que actúan con resultados engañosos a corto plazo, que engañan nuestra vista durante unas horas, con una falsa apariencia de hidratación.
Nada hay más lejos de la realidad, ya que no sólo no nos hidratan, sino que extraen de las capas más profundas de nuestra epidermis, el agua que posee, y resecan nuestra piel desde el interior, obstruyendo los poros superficialmente y creando una película de efectos perjudiciales a largo plazo.
¿Por qué nos conviene utilizar cosmética natural?
La manera natural de cuidar la piel es aportándole nutrientes para que, por sí misma, se pueda recuperar. Sin embargo, las sustancias químicas de la inmensa mayoría de los cosméticos comerciales, no aportan ningún efecto beneficioso a nuestra piel, y pueden resultar dañinas incluso para nuestra salud. Algunas de ellas son las siguientes:
Ftalatos y parabenos, llamados disruptores hormonales, son capaces de alterar el equilibrio hormonal, pudiendo provocar diferentes efectos adversos sobre la salud. Son de especial importancia los efectos en los hijos de personas expuestas.
Ftalatos: sustancias disolventes y suavizantes que se pueden encontrar con excesiva facilidad en cremas, perfumes y desodorantes. El Parlamento Europeo prohibió su uso en la fabricación de juguetes que puedan meterse en la boca y en artículos de puericultura.
Parabenos: presentes en la mayoría de productos convencionales para preservar otros ingredientes y alargar la vida útil del producto. Sin embargo, estos químicos antimicrobianos también provocan trastornos hormonales.
Nos merece la pena seguir engañándonos?
– Aceites minerales y derivados del petróleo: Ya hemos hablado más veces en esta sección acerca de ello, pero no nos cansamos de repetirlo: estos agentes químicos actúan como falsos hidratantes. Hacen desaparecer ficticiamente las pequeñas arrugas, ya que hinchan la piel, pero lo que consiguen es a largo plazo que las células se expandan, y el tejido decae y se vuelve flácido; ante ello, se reacciona aplicándose más producto, porque tiene la impresión de que su piel no puede estar sin él. Bloquean la barrera lipídica natural de la epidermis, resecándola y agrietándola. Su textura oleosa y brillante nos proporciona una falsa sensación de hidratación. A largo plazo pueden causar alergias en cadena, irritación crónica, acné, etc. Llegará un momento en que la piel supere su umbral de capacidad y reaccione a tanto ataque.
-Agentes decolorantes: los engaños ópticos de estas sustancias agresivas, como las compuestas por «ammonium», producen el efecto de aclarar la piel, dándole una apariencia más joven y fresca, ya que una piel más oscura nos hace parecer mayores al acentuar las sombras. Pueden causar disfunciones en la pigmentación, pequeñas heridas y fotosensibilización aguda: llegará un momento en que la piel ya no soporte la luz solar y comenzará a reaccionar.
Quieres esperar a que tu piel reaccione, y sea quizá tarde?
-Agentes que se agregan para paliar los efectos nocivos de otros agentes: la industria cosmética llega a utilizar aditivos que irritan la piel, como emulgentes, detergentes, suavizantes o gelificantes baratos con tacto agradable, y los mezclan con agentes que bloquean las funciones cutáneas para que la piel «no se defienda» y no se haga visible una alergia o retrasar su aparición.
Vamos a seguir engañandonos?

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