COMIDA DE CULEBRAS

Al fruto de color rojo de esta planta silvestre, denominada botánicamente Arum italicum Mill., le llamábamos de niños, comida de culebras, nombre lo suficientemente peligroso como para que descartáramos no sólo intentar comerlos, sino hasta acercarnos a ellos, ya que se creía que con ellos se alimentaban las culebras, y podían estar en su entorno.

Curiosos los nombres tradicionales, que, por un lado, tratan de defendernos de la posible toxicidad de algunas plantas, cuando por otra parte, curiosamente también se han empleado de forma tradicional en este caso para ahuyentar a las propias serpientes, tal y como recoge Font Quer en 1962.

Ahora por los campos vemos el aspecto primaveral de esta planta, con sus curiosas flores en forma de vela, que nos recuerdan un poco a las calas, que destacan y llaman la atención por su forma, tamaño y aspecto tan peculiar.

El nombre de Arum deriva del griego aron que significa calor, y precisamente esa es la estrategia que utiliza esta planta en el momento de su floración, para atraer a sus polinizadores.

Vladimir Rivero -el Jardín del Calvo-ha bautizado a esta especie de cala, como “la flor que inventó la calefacción”, ya que cuando florece en marzo, aún refresca, y al no haber bufandas para insectos, logra concentrar en su centro mismo la energía solar, para que los que se sientan atraídos por su peculiar aroma se encuentren calentitos y abrigaditos, y cumplan su misión llevándose el polen, como si estuvieran en un spa donde relajarse.

En sus historias divertidas y asombrosas de plantas, cada día, desde su perfil de Facebook, nos relata Vladimir, otra de las curiosidades acerca de esta planta, y es que uno de sus nombres populares “Hierba del juicio del año” hace referencia a los tiempos en que el año comenzaba en marzo. Comenzando el año en marzo, por eso se explica que el séptimo mes sea septiembre, y el octavo, octubre…tiene sentido así.

En algunas zonas de Albacete, se le llama “llave del año” por su capacidad para predecir las cosechas, interpretando las diferentes partes de su espádice o flor.

A pesar de ser una planta muy tóxica, tanto sus hojas como sus bayas, ha tenido tradicionalmente un uso medicinal, para sanar quemaduras, callos, verrugas, manchas en la piel y cicatrizar heridas, y algunas partes de sus inflorescencias han servido para predecir las cosechas.

Sus tubérculos, han sido empleados como amuletos protectores, se consideraba una planta mágica que protegía a los bebés dormidos de los espíritus malignos y demonios, colocándose en sus cunas para ahuyentarlos.

Esos rizomas son muy ricos en fécula -hasta un 70%-, pero frescos son tóxicos, lo que limita y condiciona muchísimo su uso: si se ponen en remojo varios días y se secan o poner a cocer en el horno, son perfectamente comestibles, una vez pelados, tal y como relata Dioscórides.

Para que la desecación elimine totalmente la toxicidad, se recomienda incluso hasta seis meses de secado. Y aunque las recomendaciones de hervir, enjuagar, remojar y cocer, incluso con un poco de bicarbonato, sirven para acelerar su detoxificación, se aconseja muchísima precaución en estas tareas. Si se logran neutralizar todos sus compuestos tóxicos, resultan no sólo comestibles sino deliciosos.

En Baleares incluso se preparaba con su harina y miel, un cierto tipo de pastel, harina que se utilizaba en la isla de Portland para hacer gachas, y en Albania y Eslovenia para elaborar pan y con ella también se elaboraban cosméticos y lociones.

Sus rizomas y las hojas llegaron a utilizarse como jabón para lavar la ropa, debido a las saponinas que contienen, pero debido a las irritaciones que producían en las manos se abandonó su uso.

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