Acercarme a la higuera cada día a tomar nuestra ración de higos maduros siempre me saca una sonrisa recordando a mi madre, porque adoraba los higos. Y vencía su timidez asaltando las higueras de los vecinos con un ansia irrefrenable sin poderlo evitar. Hasta que, por fin, tuvo su propia higuera en el jardín, la misma que ahora me acompaña y alimenta.
Lo primero que hacía ella en esta época, nada más levantarse, era madrugar en su visita a la higuera para adelantarse al desayuno de pájaros y avispas, tomando en ayunas su dosis saludable de energía y sobre todo, de fibra, ¡porque esa visita combatía su estreñimiento crónico y andaba como un reloj!
Este otoño, las lluvias están respetando la maduración de este manjar que nos regala nuestra higuera: un ejemplo de resistencia y de fortaleza porque aun estando casi vencida con su tronco a punto de caer y arrancarse de raíz, apuntalado por Edu para sostenerla, sigue cada año más lozana y fértil y hermosa desafiando a la gravedad.
El higo no es tan calórico como imaginas
Siendo el higo tan deliciosamente dulce y jugoso, se piensa que es terriblemente calórico, pero no es cierto: su aporte calórico en fresco es poco más que una manzana. Contiene valiosos y saludables azúcares naturales, pocas grasas, pocas proteínas y mucha fibra.
Su componente mayoritario -después del agua-, lo constituyen los hidratos de carbono -glucosa, fructosa y sacarosa-. En realidad, junto al plátano, la chirimoya y las uvas, el higo es una de las frutas con mayor contenido en azúcares, por lo que no falta en la dieta de deportistas y de personas con actividad física intensa, aunque ten en cuenta que en el higo seco, al reducirse su contenido en agua de un 80 a un 15%, su contenido calórico aumenta a casi cuatro veces más en relación al higo fresco.
Uno de los mayores beneficios del higo es comerlo en ayunas
-tal y como hacía mi madre- no sólo por su poder laxante natural que favorece el vaciado intestinal, sino por su poder reconstituyente, ya que aporta energía -ideal también para después de la práctica deportiva-, ayudando a empezar el día con energía y vitalidad.
El higo es un concentrado muy valioso de minerales: mucho potasio, es la fruta que más calcio contiene, contando con la cantidad suficiente de magnesio para fijar el propio calcio, con una porción idónea de fósforo, que mantiene los huesos en buen estado, hierro y manganeso, junto con vitaminas valiosas en las que destaca la K y varias del grupo B, y vitaminas C y D.
Los higos son unos de los frutos estrella del otoño: energéticos, digestivos y expectorantes.
El higo cuida el aparato respiratorio: gracias a la vitamina C acompañada de la fibra y minerales como el zinc, lo convierten en un aliado frente a catarros y procesos gripales. Es emoliente y expectorante, y por ello, en los episodios de infección respiratoria que cursan con mucosidad en exceso y en bronquitis, el higo ayuda a limpiar los pulmones y a descongestionar.
El higo, al ser muy energético y tonificante es adecuado tanto para niños, adolescentes o ancianos, y en general, personas con desgaste físico o intelectual, en casos de convalecencia, debilidad y anemia.
Por algo tomaban higos los atletas olímpicos de la Grecia antigua.
Galeno (médico y filósofo griego) recomendaba el higo a los atletas griegos como alimento básico de su dieta. Se le llamaba «el alimento de los filósofos» debido al gran aprecio que mostraban por este fruto filósofos como Platón y Diógenes. Plinio en la Roma de los emperadores, también recomendaba tomar higos secos para mantener el tono y elasticidad muscular. En la Roma antigua, la higuera llegó a tener categoría de árbol sagrado. Según la mitología romana, la loba Luperca dio de mamar bajo su sombra a Rómulo y Remo. Los antiguos egipcios apreciaban bastante los higos y eran considerados un manjar, presente en la mesa de los faraones, tanto secos como frescos en temporada. Incluso aparecen algunas prescripciones médicas de la época hablando de los higos asados para curar problemas digestivos.
Durante la Edad Media y el Renacimiento empezaron a ser secados al sol, dando lugar al higo desecado, producto que se convirtió en un alimento típicamente navideño.
El higo te sacia y puede ayudarte a reducir el apetito
El higo tiene un gran poder saciante, lo que nos puede ser útil a la hora de ayudarnos a controlar el peso: comer un par de higos antes de la comida reduce el apetito, y por muy pocas calorías. Además de ello, contiene valiosos antioxidantes -polifenoles y flavonoides-que protegen a las células del daño oxidativo que causan los radicales libres, que tanta importancia tienen en el desarrollo de enfermedades crónicas y del envejecimiento, además de cuidar la salud de nuestra piel.
El higo es beneficioso para nuestra salud ósea, musculo-esquelética, el sistema nervioso y el corazón.
Más allá de los postres, no se encuentran en la cocina tradicional muchas recetas con higos frescos, probablemente porque son tan ricos al natural, que no precisan ni emplatado.
Recetas de un alimento medicina
Además de las mermeladas, dulces, pasteles o flanes de higos, resultan muy sabrosas las combinaciones de higos frescos con setas, espinacas, rúcula, berros o escarolas, endivias y frutos secos, o con ajo y cebolletas, y por supuesto, en masas y panes de cualquier tipo.
Aunque mi combinación preferida es el untable de higo con queso: para tocar el cielo¡¡
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