OMBLIGO DE VENUS

Te presento esta plantita silvestre, muy medicinal y comestible, que aparece en primavera¡

Es una especie rupícola, que crece entre las grietas de las rocas, muros y paredes, sólo necesita unas briznas de tierra para prosperar. Le gustan los entornos sombríos, amante de la sombra y la humedad, los roquedos y los terrenos silíceos, aunque la puedes encontrar en terrenos tanto ácidos como básicos o en cortezas de árboles, en ruinas, techos y tejados, desde el nivel del mar hasta los 2000 m. de altitud.

Puede resultar útil para orientarte, ya que gusta de crecer hacia el norte.

Tiene una forma tan particular, que ninguna planta puede confundirse con ella, ya que sus hojas dispuestas en forma de roseta, sin pelos, tienen un contorno redondeado, de cuyo centro sale el peciolo, y que da lugar a esa especie de hoyuelo que recuerda a un ombligo. Tanto sus hojas como sus tallos son carnosas, con esa capacidad de almacenar agua que es lo que define a la familia de las crasuláceas.

Sus flores secas se fumaban como sustitutas del tabaco.

La singularidad evolutiva que la caracteriza asombró a los botánicos cuando la descubrieron[1]: con agua, realiza la fotosíntesis igual que la mayoría de las plantas, absorbiendo el dióxido de carbono por el día para lo cual abre sus estomas para inhalar la mayor parte de este gas. Pero, cuando llega la sequía, cambia su metabolismo de forma alucinante¡. Cierra los estomas durante el día, a cal y canto, y sólo cuando llega la noche y baje la temperatura, los abre para absorber el dióxido de carbono que le sea posible, realizando una especie particular de “fotosíntesis” pero por la noche.

No sólo acumula agua en sus tejidos carnosos, sino que ha modificado su metabolismo para evitar la deshidratación.

Sin embargo, con las más altas temperaturas y extrema sequedad del verano su estrategia es la de desaparecer, eliminará todas sus partes aéreas y mantendrá sus raíces enterradas esperando a las lluvias de otoño para brotar de nuevo al final del próximo invierno.

EL BOTIQUÍN DEL JARDINERO
“Raramente tendremos que preocuparnos de introducir esta planta perenne en nuestro jardín. Si en las cercanías hay muros y huertos y conservamos o creamos muros de piedra (sin cemento ni revoco, a la antigua usanza) muy pronto aparecerá el ombligo de Venus.
El umbilicus rupestris vestirá las pequeñas grietas y formará sus colonias, en compañía de otras viejas habitantes de las tapias: parietarias, hiedras, linarias que constituyen el grupo de ornamentales silvestres para estos rincones.
Es el mejor modo de cubrir estos espacios. Con el ombligo de Venus adquieren veracidad y una belleza discreta y, al mismo tiempo, llamativa, en la umbría que le es más propicia. Esta planta forma parte, además, del botiquín del jardinero desde tiempos inmemorables y al igual que la celidonia o el áloe, deben estar siempre presentes.
Para cortes, heridas, picaduras y un largo etcétera de pequeños accidentes del jardín, el ombligo de Venus es la gasa más higiénica que podamos encontrar a mano. Se le quita sencillamente la fina pielecilla que cubre sus hojas carnosas y se aplica. En caso de rasponazos o superficies mayores, puede machacarse esta hierba y aplicarse con vendaje. Los resultados son casi milagrosos, salvo en heridas profundas que necesitarán cura o puntos. También se aplicaban con buenos resultados sobre las verrugas y para ablandar callos. En Galicia usan esta planta, que llaman ‘conchelo’, hirviendo un puñado de sus flores en un litro de leche y mezclándolo bien hasta formar una pasta que se aplica a golpes y llagas”[2].

El Ombligo de Venus –Umbiculus rupestris– es una planta de la que se ha utilizado tradicionalmente el zumo fresco de hojas y tallos para ayudar a la secreción de orina y deshacer las piedras del riñón y la vesícula -es diurética- y también actúa como refrescante ya que ayuda a bajar la fiebre.

Para provocar la orina se machacan conjuntamente las hojas y el tallo y la masa obtenida se cuela por un lienzo de hilo. De este jugo se toma en ayunas una cucharada grande todas las mañanas, junto con un vaso de agua.

Remedio tradicional

Hipócrates* recomendaba comer sus hojas para procrear hijos varones (*en El Dioscórides renovado[3]), lo que no tiene ningún fundamento científico.

El nombre vulgar de esta planta parece ser que proviene del uso que le dieron los romanos para realizar hechizos de amor, ya que Venus era la diosa relacionada con el amor, la belleza y la fertilidad. 

Los emplastos de la planta machacada se emplean en medicina natural para las afecciones de la piel y para aliviar las heridas, llagas, quemaduras, hemorroides y sabañones, así como las inflamaciones externas y cualquier tipo de eccemas o dermatitis, debido a sus propiedades calmantes, antiinflamatorias, desinfectantes, cicatrizantes, emolientes y ligeramente analgésicas.

Uno de sus nombres comunes es curalotodo, lo que dice mucho de todas sus bondades y utilidades.

En medicina tradicional se ha usado siempre fresca, para curas inmediatas, como si fuera una tirita vegetal¡ se quita la piel de la parte superior de la hoja y se aplasta contra la herida para cicatrizarla. O también puede emplearse para el mismo fin, machacada en forma de cataplasma.

Los romanos ya la comían cruda.

En la cocina, se come cruda, hojas y peciolos en ensalada, aunque también puedes tomarla ligeramente cocida. Es crujiente y muy sabrosa, sólo requiere limpiarla bien no hace falta pelarla. Mejor utilizar las hojas jóvenes, porque las maduras son más amargas. Agallas tiernas de la base y sus inflorescencias tiernas se pueden comer como si fueran espárragos.

Puedes conservarla en vinagre o congelarla y añadir a las ensaladas en verano, ya que les da un toque crujiente y refrescante[4]. Muy rica en vit. C, hierro, calcio, potasio, ácidos grasos omega 3, tocoferol, polifenoles, mucílagos, clorofila y taninos. Buena antioxidante y buena para el corazón.

RECETA: Puedes elaborar un aliño para tus ensaladas o rellenos de canapés, batiendo unas hojas de ombligo de Venus, con un chorro de aceite de oliva, un poco de vinagre y sal.

No se la conoce ninguna toxicidad, y ninguna planta tóxica podría confundirse con ella.


[1] Aparicio, R.; Barba, E.: Una flor en el asfalto, 2021, Tres Hermanas, pp.68-72

[2] OMBLIGO DE VENUS (Umbilicus rupestris), descripción de Ignacio Abella, para El bosque habitado de Radio3.

[3] El médico y humanista español Andrés Laguna (1499-1559) traductor de la obra de Dioscórides De materia medica lo indica en sus anotaciones a esta obra.

[4] Lema Costas, C. et. Al.: Bienaventurada la «maleza» porque ella te salvará la cabeza. Usos de 113 plantas silvestres de los campos norteños. Ed. Rosa negra, 2016