La buena y bella capuchina

Cuenta una fábula de La Fontaine, una de las casi 300 que escribió, que una humilde capuchina se asentó a los pies de un orgulloso melocotonero, quien al principio era rechazada y humillada por él, pero a quién acabó valorando su compañía ya que ningún piojo le atacó durante ese año.

En esta fábula se aprecia una de las cualidades de la planta que hoy nos ocupa, se trata de la capuchina, cuyas flores ya adornan un año más, la primavera de nuestro Jardín aromático.

Nosotros la tenemos en el jardín desde hace años, y nos alegra la vista y los platos de ensalada, además de poseer muchas propiedades medicinales valiosas para nuestra salud y bienestar.

La capuchina es una planta procedente del Perú, introducida en Europa en el siglo XVI, dicen que, por los jesuitas, fundamentalmente por su utilización culinaria, y se encuentra muy adaptada a las zonas templadas, también se le llama Espuela de galán, mastuerzo, mastranzo de indias, berro del Perú o de los jesuitas y flor de sangre. Alguna de sus parientes se cultiva en los altiplanos de Bolivia y el área andina en general, y es un alimento bastante consumido.

Su nombre científico es Tropaeolum majus, el término Tropaeolum deriva del griego, y significa pequeño trofeo, quizá por la disposición de sus hojas y flores, en algunos lugares se le llama también capucha de monje, por la forma de sus flores.

Tiene Tallos trepadores y rastreros que se expanden alrededor del centro.

Sus hojas son orbiculares.

No me digáis que no es hermosa la palabra “orbicular”, nada más oírla uno se va directamente a los ojos, a ese músculo facial que circunda los ojos y nos permite entre otras cosas, abrirlos y cerrarlos, así que como ya sabéis de mi apasionado interés por la etimología, indagando en su origen, descubrimos que procede del latín orbiculare (hacer dar vueltas una cosa), del vocablo orbicularis, (relativo a algo circular o redondo), y todas ellas con el origen en el vocablo latino orbis, (círculo o redondez, que a veces significa también globo o esfera, de donde procede nuestra palabra orbe, cuya identificación con nuestro planeta también se lo debemos a los romanos cuando en su descripción geográfica, designaron al mundo como orbis terrarum, esto es, el mundo, el círculo de las tierras, sabios los romanos que ya descubrieron la redondez de nuestro planeta, cuando veinte siglos más tarde algunos aún todavía no la han encontrado.

Tirando del hilo de la palabra orbis, la palabra orbicular que se refiere en este caso a la forma de las hojas de la capuchina, ha tenido que ver en la formación de palabras tan interesantes como órbita, desorbitado o exorbitante. Lo orbicular aparece referido a algún músculo de la anatomía humana, no sólo relacionado con los ojos, sino también en la boca, aunque el término lo encontramos también en la taxonomía de algunas otras especies vegetales -como la leguminosa Medicago orbicularis, o animales – como el galápago europeo Emys orbicularis– aludiendo como siempre a lo redondeado o circular.

La riqueza de nuestra lengua, qué maravilla, que describe tantos matices para diferenciar lo simplemente redondo, de lo orbicular, como en este caso, para definir a la hoja de la capuchina, que recuerda, tal y como definían los latinos a la órbita, para designar a la rueda -con su sistema de giro en radios a partir de un punto central-, y así es como son realmente las hojas de la capuchina, redondeadas, orbiculares, con una venación que parte del centro en forma radial, pero también peltadas -o peltatas- ya que el rabillo o peciolo sale de su centro.

Las flores son tubulares, preciosas, abiertas al final en forma de trompeta, con 5 pétalos, que terminan en un largo espolón. De colores muy variados que van del rojo fuerte al amarillo o crema. Florece desde primavera hasta finales de otoño, o si el invierno es benigno, también.

Su fruto es una cápsula trilobular, indehiscente y rugosa, que queda en la tierra, y florece de nuevo al año siguiente.

Toda la planta, especialmente los brotes tiernos y jóvenes, contiene principios activos, excepto las raíces. Las semillas son tóxicas.

La capuchina destaca por contener en sus hojas y flores, glucosinolatos, unos compuestos azufrados que también se encuentran en la familia de las crucíferas, es decir, en verduras como la col y la mostaza, y que es el responsable de su sabor picante, y que tiene propiedades antioxidantes y cardiotónicas. Este principio activo, una vez que se ingiere, pasa a tener efectos antitumorales, antibióticos, expectorantes y tiene un efecto balsámico del aparato respiratorio.

La capuchina, también llamada taco de reina, se ha usado antiguamente como planta medicinal por sus propiedades aperitivas, diuréticas, antibióticas, contra enfermedades respiratorias, y para evitar la fragilidad capilar.

Antiguamente, esta planta era utilizada contra el escorbuto, enfermedad provocada por el déficit de la vitamina C.

Pero sus usos y aplicaciones van mucho más allá: puede mejorar el cabello, desinfectar heridas, rebajar inflamaciones, tratar infecciones, aliviar problemas de circulación, y hasta calmar dolores musculares¡

En Francia se la llama la flor de amor, y se le atribuyen propiedades afrodisíacas.

Así que concluyendo, puede decirse que esta plantita tan hermosa lo tiene todo: es medicinal, nutritiva, y como planta de jardinería, no sólo adorna y alegra con su belleza, sino que aleja los insectos y las plagas.

Se la puede pedir más???

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