Es tiempo de malvas

 

Malva silvestris
Con la llegada de la primavera, si os gusta pasear por caminos rurales y zonas campestres, ya os podéis encontrar con esta planta humilde y común -aunque puede florecer todo el año-, pero que tiene mucha historia entre sus pétalos, y mucha sabiduría acumulada.

Esta planta era muy apreciada desde la antigüedad, tanto por su valor terapéutico como por su consumo como verdura.
La escuela pitagórica la consideraba sagrada por sus virtudes benéficas y equilibradoras, Pitágoras la consideraba como la planta de la moderación, probablemente por su virtud fundamental como antiinflamatoria y calmante de todo tipo de erupción. A España la trajeron los árabes, y en el norte de África sigue siendo común su uso y recolección por los campos.
También se considera un rito recogerlas por San Juan, al igual que otras muchas plantas medicinales.
Santa Hildegarda la aconsejaba para curar numerosas enfermedades, desde los trastornos renales a las hemorragias, desde las cefaleas al insomnio, desde las enfermedades urinarias hasta los envenenamientos.
 
Se considera una planta panacea, porque cura casi todo. Se emplea para curar resfriados, tos seca, bronquitis, inflamaciones internas y externas, vaginitis, estreñimiento, es calmante en estomatitis y colitis, y antipirética.
 
En uso externo, es un buen colirio, y muy buen dentífrico, desinfectante de la boca; en loción, calma picores e inflamaciones de la piel y combate impurezas, acné, cuperosis y manchas oscuras provocadas por el sol o el embarazo. Adecuada también para añadir al champú para el cabello seco.
 
Es muy buen tónico facial, y para el tratamiento de la dermatitis y las quemaduras solares.
 
Su valioso componente, el mucílago, no gusta de temperaturas altas, por lo que se aconseja preparar en tisanas de agua fría, dejando macerar en ella la planta durante media hora.
 
Las flores se han empleado como colorante y las hojas, para teñir de verde. 
 
Manuel Pardo de Santayana, en su «Guía de plantas medicinales de Cantabria», recoge mil y un usos y costumbres con las malvas, y leyendo sus páginas, me ha hecho recordar que yo también, hace más de cuarenta años, en las excursiones y juegos con mis vecinos, comíamos los «panes» o frutos de las malvas, como un manjar!!!! 
 

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