La Celidonia, también llamada celedonia, cirigüeña, hierba golondrinera, quitaverrugas o planta del yodo. Su nombre científico es Chelidonium majus, que proviene del griego Khelidon, que significa golondrina -más veremos a qué se debe este nombre- o del latín «don del cielo», llamada así por los alquimistas. También en la Edad Media se la llamó la «leche de las brujas» (lait de sorcières, en francés)
Es familia de la amapola, y pariente de la adormidera de opio, al ofrecer una especie de morfina natural.
Es considerada por los herboristas como la más cruel y a la vez la más benigna de las plantas.
Hay que prescindir de ella para un uso interno, por sus efectos tóxicos. En cambio, en uso externo, o tópico puede resultar muy útil.
Cura las enfermedades de los ojos, en general, y de ahí su nombre como «hierba de las golondrinas», porque estos pájaros usan su jugo lechoso para curar la ceguera de sus pollitos.
Las hojas de la planta se cortan para extraer la savia de su interior, que es rica en látex, de color amarillo, con efecto cáustico, que se usa para tratar verrugas, dermatosis y callos, con la precaución de proteger las zonas de alrededor, con manteca de karité, por ejemplo.
También es valorada para ayudar a cicatrizar heridas, cortes o rasguños, por lo que uno de sus nombres populares es «hierba de la cortá».
Por sus virtudes vulnerarias, aparece en algunas de las recetas de la pomada de las quemaduras descrita al hablar del saúco (Manuel Pardo de Santayana, Guía de las plantas medicinales de Cantabria)
En maniluvios y pediluvios, calma los dolores, el insomnio, la agustia, el asma, y aplicado externamente sobre la zona hepática, cura también los trastornos del hígado así como los de la vesícula biliar, y actúa beneficiosamente en tumores y cánceres (Clara Castelloti, El botiquín de las hadas).