EL GUILLOMO, ALIMENTO PARA LOS SENTIDOS

GUILLOMO (Amelanchier ovalis)

Desde primeros de mayo, nuestros paseos campestres por tierras burgalesas se han iluminado con la blancura espectacular y aromática de los racimos de flores de este arbusto agreste que frecuenta orlas forestales, grietas en suelos rocosos o tajos y barrancos abruptos, y adorna canchales, bordes y taludes de caminos y veredas.

Nos ha impactado este arbolillo que pasa desapercibido en invierno pero que en primavera te alimenta los sentidos con su aroma, el espíritu con su bella blancura, el cuerpo con sus remedios medicinales y más tarde a finales de agosto, nos alimentará y nutrirá también con sus frutos dulces y sabrosos.

Las abejas no liban de la flor del Guillomo

Hay una leyenda sobre la flor de guillomo y las abejas[1] muy curiosa: ocurrió que para subir al arca de Noé, la abeja se retrasó en un guillomo, porque le gustaba mucho, y por lo visto, Dios la castigó diciendo: “Flor de guillomo no comerás y si picas morirás”. Sin duda, los cuentos populares les ponen emoción a las historias de plantas.

El género Amelanchier

Lo que primero sorprende de este arbusto es, por un lado, el desconocimiento a nivel popular actual que tenemos de él, y por otro la infinidad de nombres en castellano que tradicionalmente atesora. En la ficha correspondiente al guillomo de la Flora Ibérica del CSIC aparecen unas 40 denominaciones locales del guillomo[2], señal de la importancia cultural que en algún momento ha tenido. Entre ellas: amelanchero, bellomera, bullomera, carrasquilla, corruñé, griñolera, hierba del riñón, cornijuelo, cornillo, durillo agrio, palo duro, etc. 

Señala esta ficha también el nombre tradicional que se le da en Cuenca, Guadalajara y Teruel: mellomo al árbol y mellomino al fruto.

Francisco Piñas en su “Cuenca. Hoz del Júcar. Plantas de la ribera izquierda”, señala que el nombre que recibe en Cuenca y en varios pueblos serranos es el de “milloma” y que hay autores conquenses que lo llaman también “guillomo” y “millomo”.

«Año de millominas, poco trigo» (refrán popular)

Su nombre científico es “Amelanchier ovalis”. Leemos en la Flora Ibérica del CSIC que “Amelanchier” lo introdujo el médico provenzal Pierre Pena en 1570 a partir de la palabra “amelanche”, que es el nombre que le daban los franceses al fruto, por su sabor dulce, “a miel”.  Ovalis alude a la forma oval de sus hojas.

Se extiende desde el norte de Portugal y el Magreb hasta el Mediterráneo oriental por todo el centro y sur de Europa. En España ocupa, sobre todo, la mitad oriental.

Es un arbusto muy apreciado en parques y jardines, no sólo por su esplendor primaveral, sino también por el color otoñal de su follaje (amarillento con tonalidades anaranjadas).

A pesar de pertenecer a la familia de las rosáceas, el Guillomo no posee espinas en sus ramas. Flores y hojas brotan en primavera casi al mismo tiempo, al contrario de sus parientes los endrinos y los almendros, que florecen antes y que hasta que las flores no empiezan a marchitarse, no echan las hojas. La corteza es negruzca o rojiza según la estación y sus ramas son flexibles y resistentes.

En la Serranía de Cuenca se usaba para hacer cuerdas, tanto para su uso en el campo como para atar las mieses. También se recoge su uso en la misma comarca, para hacer garrotes, herramientas y utensilios.

Botánicos aragoneses cuentan que a mediados del siglo XIX, se vendía por las calles de Zaragoza leña de “carrasquilla”, que es el nombre que allí le daban al guillomo.

Tradicionalmente, cuando se trillaba el trigo en las eras, era muy frecuente barrerlas con escobones confeccionados con sus flexibles tallos.

Para fines medicinales se utilizaban sus ramas las cuales son recogidas en los meses de la primavera. La corteza es separada y dispuesta para su secado en la sombra a temperaturas no mayores de 40º C.

El nombre de “hierba o planta del riñón”, con el que se denomina en algunos lugares, parece aludir a sus propiedades diuréticas. Para ello se empleaba, en infusión, la corteza de sus ramillas más tiernas.

En Cataluña, Huesca, Valencia y Aragón eran muy apreciadas sus propiedades medicinales. La infusión de hojas frescas o secas y flores se utilizaba tanto para «purificar o rebajar la sangre» -bajar la tensión- como febrífugo, incluso para diversas «afecciones de la vejiga». Esa infusión se usaba también -muy aguada- para cortar los cólicos intestinales y los dolores de estómago, y si era muy concentrada, como purgante.

La corteza del Guillomo cuando se mezcla en infusiones con bicarbonato de sodio. tiene propiedades que se potencian, según la herbolaria tradicional: propiedades hipotensoras, diuréticas, coleréticas, astringentes y antiinflamatorias.

Pero si útiles y medicinales han sido sus ramas, hojas y flores, parece ser que era mucho más apreciado y buscado por sus deliciosos (y falsos) frutos que maduran en otoño, drupas globosas que recuerdan a los arándanos, con forma de pequeñita manzana redondeada de color azulado casi negro, con una corona de cinco puntas que son los restos de los sépalos de la flor y que puede contener en su interior hasta diez semillas.

Los mellominos o guillomas son muy apreciados por las aves frugívoras y algunos herbívoros, a quienes los humanos deben disputárselos, debido a su sabor tan aromático, intenso y dulzón, apreciable de comer tanto crudos como cocidos, en forma de mermeladas y confituras, en remedios para calmar la tos y en la preparación de algunos licores, e incluso en forma de pasas, ya que al secar se potencia su concentración de azúcares.

Navegando por la bibliografía etnobotánica, descubro emocionada cómo también este arbolillo es amado, valorado y respetado por las tribus indígenas americanas, quienes también debido a su enorme importancia medicinal y nutritiva, le han apodado con muchos nombres: Saskatoon, juneberry, shadbush, shadblow, sugarplum, sarvis, serviceberry, Guillomo: estos son algunos de los muchos nombres de Amelanchier, una planta que les proporcionaba innumerables bienes y servicios. No solo a los humanos sino a muchos otros ciudadanos. Es un ramaje preferido por ciervos y alces, una fuente vital de polen temprano para los insectos emergentes y alberga una serie de larvas de mariposas, como xochiquetzal, monarcas, almirantes rojos y mariposas hairstreak—seres alados que se alimentan de bayas que dependen de sus calorías en época de reproducción.

Os dejo la poesía emocionada en las palabras de Robin Wall Kimmerer[3], relatando lo que el guillomo representa para su pueblo:

“En Potawatomi lo llaman bozakmin, lo que es un superlativo: la mejor de las bayas. Concuerdo con mis antepasados ​​en lo acertado de ese nombre. Imaginen una fruta que sabe a arándano cruzada con el peso satisfactorio de una manzana, un toque de agua de rosas y un crujido minúsculo de semillas con sabor a almendra. Su sabor es incomparable con cualquier cosa que pueda ofrecer una tienda de abarrotes: salvaje, complejo, con una química que nuestros cuerpos reconocen como alimento real, el que han estado esperando.

Una revelación lingüística: baya=regalo

Para mí, la parte más importante de la palabra bozakmin es “min”, la raíz de “baya”. Aparece también en palabras Potawatomi como el arándano, fresa, frambuesa, incluso manzana, maíz y arroz salvaje. Aquella revelación linguística es un tesoro para mí porque “min” también es la raíz de la palabra “regalo”. Al nombrar las plantas que nos llenan de bondad, reconocemos que son regalos de nuestros parientes vegetales, manifestaciones de su generosidad, cuidado y creatividad. Cuando hablamos de las plantas como regalos y no como cosas o productos o mercancías, nuestra relación con ellas cambia. No puedo evitar mirarlos como joyas en el cuenco de mi mano y exhalar mi gratitud.

No he estudiado economía en décadas, pero como ecologista de plantas, me he pasado toda la vida pidiendo orientación a las plantas sobre una serie de cuestiones; así que me pregunté qué tenían que decir los Guillomos sobre los sistemas que crean y distribuyen bienes y servicios. ¿Cuál es su sistema económico? ¿Cómo responden a los problemas de abundancia y escasez? ¿Su proceso evolutivo los ha moldeado para ser acaparadores o para compartir?

Preguntémosle a los saskatoon. Utilizando materias primas gratuitas como luz, agua y aire, transmutan estos dones en hojas, flores y frutos. Almacenan algo de energía en forma de azúcares en la fabricación de sus propios cuerpos, pero gran parte se comparte. Parte de la abundancia de la lluvia y el sol primaverales se ve manifestada en las flores que ofrecen un festín para los insectos cuando hace frío y llueve. Los insectos les devuelven el favor transportando polen. Rara vez hay escasez de alimentos para los saskatoon aún a pesar de su falta de movilidad. El movimiento es un regalo de los polinizadores, pero la energía necesaria para crear los zumbidos es escasa. Entonces crean una relación de intercambio que beneficia a ambos.

En verano, cuando las ramas están cargadas, el Guillomo produce una gran cantidad de azúcar. ¿Atesora esa energía para sí mismo? No, invita a los pájaros a una fiesta. Vengan mis parientes, llenen sus estómagos, dicen los Guillomos. ¿No están almacenando su carne en el estómago de sus hermanos y hermanas, los arrendajos, los cuitlacoches y los mirlos?

Economía de la abundancia

¿No es esto una economía? ¿Un sistema de distribución de bienes y servicios que satisface las necesidades de la comunidad? La moneda de este sistema económico es la energía, que fluye a través de él, y los materiales, que circulan entre productores y consumidores. Es un sistema de redistribución de la riqueza, un intercambio de bienes y servicios. Cada miembro tiene una abundancia de algo que ofrece a los demás. La abundancia de bayas va para los pájaros, pues, ¿Qué uso tiene el árbol de las bayas además de como una forma de establecer relaciones con los pájaros?

Comer demasiadas bayas tiene el mismo efecto en las aves que en las personas. Las manchas fucsias decoran los postes de la cerca. Éste, por supuesto, es el objetivo de las bayas: volverse tan irresistibles y abundantes que los pájaros vienen y festejan, como lo estamos haciendo esta noche, y luego distribuyen las semillas por todas partes. Festejar tiene otro beneficio. El paso a través del intestino de un pájaro fertiliza las semillas para estimular su germinación. Las aves brindan servicios a los Guillomos, quienes los proveen de alimento a cambio. Las relaciones creadas a través de la generosidad tejen innumerables relaciones entre insectos y microbios y sistemas de raíces. El regalo se multiplica con cada donación hasta que se vuelve tan rico y dulce que burbujea como el canto de los pájaros que me despiertan por la mañana. Si se hubiera acumulado la abundancia, si juneberries actuara únicamente para su propio beneficio, el bosque se vería disminuido.

Charles Eisenstein dice que hemos creado una economía grotesca que pulveriza lo bello y único en dinero, una moneda que nos permite comprar cosas que realmente no necesitamos mientras destruimos lo que hacemos. Hemos entregado nuestros valores a un sistema económico que daña activamente lo que amamos.

Creo que los Guillomos nos muestran otro modelo, uno basado en la reciprocidad más que en la acumulación, donde la riqueza y la seguridad provienen de la calidad de las relaciones en vez de la ilusión de autosuficiencia. Sin relaciones de generosidad hacia las abejas y pájaros, el Guillomo desaparecería del planeta. Incluso si acumularan abundancia, encaramados en la cima de la escalera de la riqueza, no se salvarían del destino de la extinción si sus socios no compartieran esa abundancia.

El acaparamiento tampoco nos salvará. Todo florecimiento es mutuo.

El valor de la gratitud y la reciprocidad

¿Qué podría enseñarnos aquí el Guillomo? Ella responde: Guillomo, o shadbush como yo aprendí a llamarle, proporciona un modelo de interdependencia y coevolución que es el corazón de la economía ecológica. El Guillomo nos enseña otra forma de entender la relación y el intercambio. Tomando a la economía de los dadores de frutos como modelo, creamos la oportunidad de articular el valor de la gratitud y la reciprocidad como fundamentos esenciales de una economía. Reciprocidad, no escasez.

Como participante de una cultura tradicional de gratitud, con una cubeta llena de bayas en la mano, hay algo que nunca he entendido bien sobre la economía humana, y es la primacía de la escasez como principio organizador.

Las economías de mercado capitalistas dependen de la fuerza motriz de la escasez para regular los mercados con la oferta y demanda.

Como persona educada por las plantas, con los dedos manchados de jugo de bayas, no estoy dispuesta a darle a la escasez un papel tan destacado. Las economías de la generosidad surgen de la comprensión de la abundancia terrenal y la gratitud que ésta genera. Una percepción de abundancia, basada en la noción de que hay suficiente si compartimos, subyace en las economías de apoyo mutuo.

Para reponer la posibilidad de un florecimiento mutuo, para los pájaros, las bayas y las personas, necesitamos una economía que comparta los dones de la Tierra, siguiendo el ejemplo de nuestros maestros más antiguos, las plantas.

En presencia de tales dones, la gratitud es la primera respuesta intuitiva. La gratitud fluye hacia nuestros antepasados vegetales y se irradia a la lluvia, al sol, a la improbabilidad de los arbustos salpicados de bocados de dulzura en un mundo que puede ser amargo.

La gratitud: el hilo que nos conecta con nuestro ser, nuestro espíritu y el de la tierra que nos acoge

La gratitud es mucho más que un amable agradecimiento. Es el hilo que nos conecta en relación profunda, a la vez física y espiritual, ya que nuestro cuerpo se alimenta y nuestro espíritu se nutre del sentido de pertenencia, que es el alimento más vital. La gratitud crea una sensación de abundancia: el saber que tienes lo que necesitas. En ese clima de suficiencia, nuestra hambre disminuye al tener más y tomamos sólo lo que necesitamos, en respeto a la generosidad del que obsequia.

Si nuestra primera respuesta es gratitud, la segunda es reciprocidad: dar un regalo a cambio. ¿Qué podría darles a estas plantas a cambio de su generosidad? Podría ser una respuesta directa, como desyerbar o regar, o una canción de agradecimiento que envía agradecimiento al viento. O indirecta, como donar a mi fideicomiso de tierras locales para preservar el hábitat de seres tan dadivosos, o crear arte para invitar a otros a la red de reciprocidad.

Economía de la generosidad: la lección de la naturaleza

La gratitud y la reciprocidad son moneda de una economía de la generosidad, y tienen la notable propiedad de multiplicarse con cada intercambio, su energía concentrada a medida que pasan de mano en mano, como un recurso verdaderamente renovable. Acepto el regalo del arbusto y luego regalo a mi vecino un plato de bayas, quien hace un pastel para compartir con su amigo, quien se siente tan pleno de comida y amistad que se ofrece como voluntario en la despensa de alimentos. Ya saben cómo va eso…

Nombrar al mundo como un regalo es sentirse miembro de la red de reciprocidad. Te hace feliz y te hace responsable. Concebir algo como un regalo cambia tu relación con él de una manera profunda, aunque la estructura física de la “cosa” no haya cambiado. Un gorro de tejido de lana que compras en la tienda te mantendrá abrigado independientemente de su origen, pero si fue tejido a mano por tu tía favorita, entonces tu relación con esa “cosa” es muy diferente: eres responsable de aquella y tu gratitud toma fuerza motriz en el mundo. Es probable que cuides mucho mejor la gorra de regalo que la comprada porque hay un tejido de relaciones en ella. Este es el poder del pensamiento del regalo.

Me imagino que si reconociéramos que todo lo que consumimos es regalo de la Madre Tierra, cuidaríamos mejor lo que se nos da. Maltratar un regalo tiene una gravedad emocional y ética, así como una resonancia ecológica.[4]

Las economías de la generosidad surgen de la abundancia de los regalos de la Tierra que no son propiedad de nadie y, por lo tanto, se comparten. Compartir engendra relaciones de buena voluntad y vínculos que aseguran que serás invitado a la fiesta cuando tu vecino es afortunado. La seguridad está garantizada por el fomento de lazos de reciprocidad. Puedes almacenar carne en tu propia despensa o en el vientre de tu hermano. Ambos tienen el resultado de mantener a raya el hambre, pero con consecuencias muy diferentes para las personas y para la tierra que proporcionan aquel sustento.”

Bibliografía:

  • FLORA IBÉRICA. (Plantas vasculares de la Península Ibérica y Baleares), Vol. VI (Rosaceae) VVAA. Real Jardín Botánico, CSIC. Madrid 1998. Pp.430-433.
  • PLANTAS MEDICINALES (El Dioscórides renovado). Pio Font Quer. Editorial Labor,S.A.  1985.
  • LA GUIA DE INCAFO DE LOS ÁRBOLES Y ARBUSTOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. Ginés López González. Madrid, 1982.
  • GUIA de los árboles y arbustos de la Península ibérica y Baleares (Especies silvestres y las cultivadas más comunes). Ginés López González.  2ª edición corregida. Ediciones Mundi-Prensa. 2004. pp 505-506.
  • CUENCA. HOZ DEL JÚCAR. Plantas de la ribera izquierda. Francisco Piñas Amor. Ayuntamiento y Diputación de Cuenca. Cuenca, 1995.

[1] Fajardo, J., A. Verde, D. Rivera & C. Obón 2007. Etnobotánica en la Serranía de Cuenca. Las plantas y el hombre

[2] abellomo, amelanchero, amelanchiero, bellomera, bullomera, carrasquilla, carroné, cormiera, cornera, cornijillo, cornijuelo, cornillo, cornés, corruñé criñolera, criñonera, curña, curñera, curnia, curniera, curroné, curruñé, curruné, durillo, durillo agrio, durillo blanco, escallonera, escobizos, espino-majuelo de fruto negro, gayubilla (fruto), gayumilla (fruto), griñales, grijolera, grillonera, griñolé, griñolera, griñuelo, guilloma, guillomera, guillomero, guillomo, guiñolera, gullomo, hierba del riñón, malanguera, mellema, mellomino, mellomo, melones, palo duro, palosanto, peroníspero silvestre de los Pirineos, árbol de las gayubas, sena, senera, serniera, villomo, zurillo

[3] Escritora Robin Wall Kimmerer. Madre, científica, profesora e integrante registrada como Ciudadana de la Nación Potawatomi. Es la autora de “Braiding Sweetgrass: sabiduría indígena, conocimiento científico y enseñanzas de las plantas”. Kimmerer vive en Syracuse, Nueva York, donde es Profesora Distinguida de Biología Ambiental de SUNY y fundadora y directora del Centro para los Pueblos Nativos y el Medio Ambiente.

[4] Robin Wall Kimmerer, 20 enero, 2021: El árbol de Guillomo: Por una economía de la abundancia, en: https://awasqa.org/language/es/2021/01/20/el-arbol-de-guillomo-por-una-economia-de-la-abundancia/

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